Donald Trump y sus representados reales están iniciando ya la guerra, la invasión y/o el control de sus vecinos del Sur: los pueblos y estados en América Latina. Se amenaza a México o Colombia, pero parece que empiezan por Venezuela.

El procedimiento es despótico. Es decir, al margen de toda ley o norma, porque ellos, su voluntad, son la única ley. Esto se demuestra fehacientemente en los ataques a las presuntas narcolanchas, sin el respaldo de ningún procedimiento legal que lo analice y, en su caso, lo autorice. Estamos ante el despotismo del siglo XXI. Un despotismo que es cualquier cosa, menos ilustrado.

Aquel despotismo ilustrado del siglo XVIII decía pretender la “modernización” del pueblo con la ilustración y su lema era “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, porque el pueblo se consideraba irreversiblemente ignorante y, por tanto, incapaz de su propia ilustración, de la que se encarga el monarca a golpe de “palo y tentetieso”.

El despotismo de hoy no tiene nada de ilustrado, es un mero “despotismo del mercado” donde lo que se busca es el negocio por encima de la vida y de la muerte. Un negocio cuyos beneficios astronómicos se concentran en una “clase”, minoritaria, que podríamos denominar cleptocracia, es decir, gobierno de los que roban. Y, ojo, porque el despotismo del mercado es refractario por naturaleza a la democracia. Por ello tratara siempre de limitarla y reducirla, primero; hacerla inservible, enseguida y, al final, simple y llanamente destruirla.

Hoy el máximo referente de la cleptocracia y del despotismo del mercado es, sin duda, Donald Trump. El déspota, que con su actuación interna y geopolítica, busca fundamentalmente extraer, para sí y los suyos, el máximo beneficio y lo hace por encima y por fuera de cualquier ley, norma o institución, nacional o internacional, utilizando como método principal el chantaje, la extorsión, la amenaza y la guerra. Con el chantaje y la amenaza se apodera de la riqueza ajena como pueden ser, por ejemplo, las llamadas “tierras raras”. De la guerra extrae altísimos beneficios, asentados en cuatro patas: Por una parte, la producción y el consumo, es decir la utilización, de armas y, por otra, el juego diabólico de la destrucción y la reconstrucción de los destruido.

El cleptócrata y déspota de hoy, Donald Tump, hace sus negocios en prácticamente todo el mundo: Pueblos y estados de Europa, América, África y Asia sienten la extorsión. El abordaje de las guerras y conflictos en Uncrania, Oriente Medio y bastas regiones de África comprueban, a diario, el tratamiento cleptómano y déspota de las políticas comerciales, de guerra y de seudo-paz de la Administración Trump.

Ahora, la a amenaza más directa, de invasión y de guerra, se cierne sobre América Latina, es decir, se aproxima peligrosamente a nosotros, el mundo latino e hispano que ofrece al déspota depredador ingentes posibilidades de negocio.

Es muy probable que en 2026, si no antes ya, se empiece en Venezuela, la guerra pura y dura para el control y la depredadora explotación, más a fondo, de América Latina.

Y que nadie diga que “no es para tanto”, porque sí lo es. Y que nadie caiga en la trampa de que “solo se trata de la lucha contra el narcotráfico” porque esto no es más que la creación espuria de un casus belli  para emprender, con la guerra, otro negocio. Si picamos, podremos comprobar, sin mucho tardar, cómo no se acabará, en absoluto, con el negocio de la droga, sino que únicamente cambiará de las manos de los narcos a las de los cleptócratas, porque “el negocio es el negocio”, como bien sabemos.

Haríamos muy bien los españoles, gobernantes y la ciudadanía, en prepararnos concienzuda, técnica, política y anímicamente para enfrentarnos a la amenaza, la extorsión y/o a la guerra que se nos vienen encima.

 

 

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