Vox y el PP, es decir la extrema derecha y la derecha extrema, presentan la emigración como un “problema”, cuando es un fenómeno humano natural que, como otros fenómenos naturales, puede traer bienes y males, beneficios y problemas, según se aborde y se trate. Alborotan el gallinero y estimulan, específicamente, la “aporo-xeno-fobia”, porque en realidad a quienes rechazan es a los inmigrantes pobres. A los ricos, alfombra roja. Populismo del abyecto, deshumanización, odio, racismo y violencia.
Que los partidos neofascistas hagan esto es congruente con sus delirios y los intereses “cleptócratas” a los que sirven. Lo tremendo y preocupante es que los se dicentes demócratas caigan en la trampa ultra, ya desde hace tiempo.
Recordemos, por ejemplo, lo que hizo el Gobierno español en aquel proceso del Tarajal: devoluciones en caliente, violentas y fuera de la ley. O lo que hicieron la Comisión y el Consejo Europeo con aquel ominoso tratado UE-Turquía sobre refugiados: se incumplieron flagrantemente las leyes de asilo, provocando una catástrofe humanitaria y se externalizó el “marrón” pactando y pagando a Turquía para que hiciese en trabajo sucio.
Conviene recordar aquel proverbio popular: “El que hace la ley hace la trampa”. Axiomática convicción popular nacida de la experiencia vital de ver cómo los gobernantes corrompidos, al tiempo que hacen la ley para preservar la justicia, urden la trampa para burlar aquella ley.
La perversión viene de lejos: Ya decían los latinos “inventa lege, inventa fraude”.
Este era el orden: primero la ley y de inmediato, pero después, la trampa. Ahora, parece que los gobernantes han ganado en inmoralidad y son más infames y crueles, han cambiado el orden: primero hacen la trampa y cometen el crimen y luego hacen una ley para ampararlos y descartarlos como delitos. Pervierten y corrompen la finalidad esencial misma de la ley, que ya no es la aplicación de la justicia, sino la cobertura del crimen; no es ya ordenar y regular el éxodo o proteger los derechos de los inmigrantes y refugiados, sino simple y llanamente deshacerse y desentenderse de ellos, vulnerando sus derechos reconocidos, como adecuadamente denunció la ONU.
Lo que han hecho los dirigentes españoles y europeos es dar luz verde a la corrupción de la ley, ya que los matices introducidos a última hora y las escasas y presuntas condiciones garantistas de la Ley española y del tratado europeo son papel mojado y lo saben.
Esencialmente, los europeos y españoles prevaricamos y si esta prevaricación no se corrige y castiga, jurídica o políticamente, llegará entonces el triste momento de arriar la bandera de la UE. Ya no engañaríamos a nadie con ponerla a media asta por las víctimas que nosotros mismos provocamos. La UE, o sirve para salvaguardar los derechos humanos y civiles o tiene escaso recorrido. Así lo veo.