Con lo mal que se está gestionando nuestra Sanidad Pública hoy en día, creo que todavía podemos decir que la española mantiene un grado muy alto de eficacia, de calidad, de excelencia del personal sanitario, de capacidad técnica y de solvencia en el servicio a la salud de la totalidad de la ciudadanía. Técnicamente y en el campo de la investigación, está  muy por encima de la sanidad privada, a pesar de lo que ésta ha crecido en los últimos años, debido a la codiciosa búsqueda de un gran nicho de negocio por parte de grandes corporaciones y a la cooperación en el desmantelamiento de la pública impulsada descaradamente por unos, las derechas españolas fundamentalmente, y tolerada o consentida por otros, no tan de derechas. Y digo derechas españolas porque, por ejemplo, creo  que de la derecha vasca no se podría decir exactamente lo mismo. Sería bueno saber y comparar cómo va el proceso de desmantelamiento y/o privatización de la sanidad pública en las distintas comunidades autónomas y según con qué gobiernos.

De momento, la distancia en el servicio y en la calidad de la pública sobre la privada  es evidente, como lo demuestra el hecho de que en los casos de servicios o tratamientos externalizados, si la cosa se complica, los pacientes son devueltos a la pública porque tiene más medios, mas capacidad y más idóneos profesionales.

Debemos tener en cuenta que el objetivo de las derechas, más o menos extremas pero todas ultras, es facilitar y promover la privatización de la sanidad para alcanzar el modelo de que,  “quien necesite  sanidad, la pague directa, personal e individualmente”. La pública quedaría reducida a una sanidad de “beneficencia” para lo más elemental, para  trabajadores, para las clases más modestas y para los pobres. Esto nos volvería a aquellos tiempos en que las familias, en su mayoría, “ahorraban para una enfermedad”. Con este diabólico sistema, los grandes negocios   se beneficiarían con la enfermedad de los ricos, de las clases medias y de los trabajadores ligados a seguros privados, que dichas corporaciones controlan. Pero, ojo, también se lucrarían con los ahorros de toda una vida o con las deudas de las clases modestas, medias, más pobres y trabajadoras  contraídas para hacer frente a una enfermedad.

Este es el nefasto objetivo que están promoviendo con más prisa que pausa y que lleva a crisis de salud pública como la de las mamografías, por ejemplo, pero que no es la única crisis. Pero también de estas crisis, ya inocultables e inquietantes, los depredadores de nuestra salud tratan de sacar provecho. Los descubrimos, los denunciamos y los combatimos pero, ¡atención! porque incluso esto lo tratan de aprovechar para lograr su objetivo, extendiendo la falsa especie de que la sanidad pública está muy mal y no cubre nuestras necesidades y cautelas para nuestra salud. Lo que es falso, pero desprestigia la sanidad pública, que en realidad aún es superior, y se estimula e incita a que mucha gente a se “apunte” a  seguros privados, donde ya se les empieza a ordeñar a cambio de prácticamente nada o de muy poco.

Debemos ser muy conscientes del valor real e inmenso de nuestra  sanidad pública para lo cual debemos de tener claro, como mínimo lo siguiente:

  • No es gratuita, como pretenden hacernos creer. La hemos pagado y la estamos pagando entre todos “a escote” y, precisamente por esto, nos sale más barata, con mayor capacidad técnica y con los mejores profesionales. Y no es un negocio privado, sino un servicio de alta calidad, sometido al control público.
  • No ha fracasado. Basta ver, por ejemplo, lo que supuso la sanidad pública en la pandemia y la inmensa catástrofe que evitó y que mereció nuestro aplauso colectivo. Ni está fracasando. Basta ver lo que supone para cada uno de nosotros, aun con sus defectos, cuando nos enfrentamos a la enfermedad, sobre todo a la que requiere respuestas complejas y remedios muy caros y con altas necesidades técnicas y profesionales.
  • La sanidad pública es nuestra y todavía depende mucho de todos y cada uno de nosotros porque todavía votamos a quien la debe gestionar, porque podemos denunciar, protestar y presionar cuando hay fallos, errores o mala praxis, porque no es un negocio a nuestra cuenta, sino un servicio público y un derecho de cada uno de nosotros.
  • La sanidad pública se defiende eligiendo bien a sus gestores, reivindicando su buen funcionamiento, denunciando sus fallos y la precariedad laboral y salarial de sus trabajadores y presionando para cubrir sus carencias, para dotarla de medios y de personal adecuado y para defender la dignidad de los profesionales que nos cuidan.

Por todo esto, hemos de tener mucho cuidado porque estamos ante la pieza fundamental de nuestro bienestar personal y del bienestar de nuestras familias y amigos.

 

Malditos sean quienes tratan de acabar con el soporte fundamental de nuestro bienestar y de nuestra salud.

 

 

 

 

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