Se acaba la primavera y con ella el momento del “encalado”. Ese tiempo entre la Cuaresma y el Corpus en que, principalmente en Andalucía y principalmente las mujeres, blanqueaban con cal “muerta” o “apagada” las paredes de sus casas, dando lugar a esos bellísimos pueblos blancos colgados de nuestros béticos cerros. El objetivo del encalado es doble: luchar contra el bochorno del próximo y tórrido verano, ganando frescor para el hogar, y protegerse, con la higiene, de las infecciones y de las pestes. Se reconocía el peligro de la infección y la realidad del bochorno estival, que hacía insoportable la vida, y se combatía.

Algo así, parecido pero no igual, es lo que, estos días, están tratando de hacer con la monarquía las “fuerzas vivas y vivales” de este país, aprovechando el aniversario de la abdicación de rey Juan Carlos.

Encalan la monarquía, añadiendo a la cal “muerta” cuatro ingredientes blanqueadores especiales: la desmesurada inmunidad de que goza el monarca español, la rebuscada utilización de la prescripción de los delitos, la regularización fiscal y un “cordón sanitario” alrededor de Felipe VI.

Las “fuerzas más vivales”, que suelen ser las de la trama mediática, no paran de encalar. No pueden ocultar la realidad del bochorno y de la peste, pero con la habilidad y pericia del funámbulo, tuercen y retuercen verdades y relatos para teñir de blanco refulgente las paredes de la monarquía, y así el bochorno y el hedor del padre no sofoquen o infecten al hijo y preserven el espíritu rancio y anacrónico de la más alta institución del Estado español.

Y esto lo hacen los presuntamente más serios, porque las derechitas cobardes, valientes, crispadas y mediopensionistas y los lacayos de distintos colores, sencilla y llanamente, niegan con desparpajo el bochorno asfixiante y el hedor insoportable de la peste, porque es ahí donde viven y donde quieren seguir viviendo.

Pero no es lo mismo encalar que blanquear. En el caso de los hermosos pueblos andaluces, se encala una vez al año, al final de la primavera, y resulta suficiente y eficaz porque se evita el bochorno y se aporta asepsia y belleza. Pero el blanqueo de la monarquía no basta con hacerlo en primavera, ha de hacerse reiterada y constantemente, porque las causas del hedor y del bochorno son endógenas; están en los genes de la institución, y seguirán vivas y activas por mucho que se traten de tapar. Solo desaparecerán o serán exógenas cuando la jefatura del Estado deje de ser dinástica y hereditaria y sea genéticamente democrática, es decir, republicana.

 

 

 

 

 

 

 

 

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