Llegó al poder en Washington Donald Trump, al frete de un grupo de, más que plutócratas, “cleptócratas”, que conforman un auténtico “sanedrín” dispuesto a establecer un “ordine nuovo” mundial, una nueva colonización. Las reglas y los usos internacionales destinados a contener la violencia, la arbitrariedad o la violación del derecho y a establecer el diálogo político y la negociación democrática, como método de convivencia y garantía de paz, son considerados por esta banda de halcones como supersticiones o tabúes a reventar.
El “sanedrín” de Trump utiliza el farol, el chantaje y la coacción para someter estados y naciones y lo llaman, sin pudor alguno negociación política; proclaman la venganza y la violencia como trasunto de la justicia. Como Bush, en su día, usurpan a Dios y establecen la división maniquea del mundo: Los suyos y los que se les someten son el “eje del bien” y los que no, el “del mal”.
Para ellos la verdad objetiva ni existe ni se busca y se manipula la realidad sin escrúpulos, con la mentira abierta, la insidia, la hipérbole y el bulo puro y duro.
Exhiben la crueldad y la violencia y formulan con procacidad la doctrina de la “guerra preventiva”, destinada no solo a eliminar, manu militari, a quien pretenda poner en solfa la hegemonía americana, sino también para imponer por la fuerza sus intereses en el exterior. Admiten sin ambages la eliminación física del adversario, el asesinato político y el intervencionismo en países soberanos. Son supremacistas blancos, racistas y “aporófobos”. Deshumanizan y satanizan al emigrante pobre, al discrepante y al “diferente” para facilitar su misma destrucción física.
En definitiva, el “imperio” declara y proclama que no hay más ley, urbi et orbi, que la que se arbitra desde la Casa Blanca para mayor gloria de América, dicen, pero en realidad es para garantizar el máximo beneficio económico del sanedrín “cleptócrata” que ha tomado el despacho oval. Codicia infinita.
Esto es, como en la pornografía, una exhibición impúdica y mecánica de lo más obsceno. Trump saca a la superficie lo más sórdido de la cloaca política, lo convierte en espectáculo y lo muestra con desvergüenza como su “modus operandi et cogitandi”. Esto es “pornopolítica”.
Y resulta, que a Aznar, a Abascal, a Ayuso, a Feijóo y a sus epígonos, la “pornopolítica” de Trump los “pone” y los hace adictos y adeptos. Basta verlos y oírlos.