Isma Juárez, de EL INTERMEDIO, preguntaba por la calle a muchachas y muchachos jóvenes, divertidos y, al tiempo, avispados y un tanto candorosos: ¿Sabes quién es Felipe González? Y ¡oh sorpresa!, la mayoría, de los preguntados claro está, no lo sabía. Que si era el Rey, que si un ministro, que si ni puta idea…

El humorístico amaño vino a provocar una catarata de escandalizadas consideraciones: “¡Hay que ver cómo está la enseñanza en este país! ¡Cómo está la juventud! ¡Cómo está el patio!”

Y es que el humor, ese modo de presentar, investigar y analizar la vida, está siendo, cada vez más, un excelente e insobornable procedimiento liberador, que nos está haciendo mucha falta para remover nuestras conciencias, para estimular nuestra reflexión e incluso para afrontar realidades tan contradictorias y duras como las que estamos viviendo. Todo ello además de divertirnos y reírnos mucho. Creo que el humor debiera recetarse en la sanidad pública para preservar o recuperar nuestra salud mental.

El caso de las entrevistas de Isma, por ejemplo, a mí me llevo a la reflexión de si yo mismo algún día supe, y hoy en día sé, quién es en realidad Felipe González. Es más, ¿supo o sabe la mayoría del personal quién es este personaje? Desde aquellos tiempos de la chaqueta de pana, a estos de la centrifugación constante en las puertas giratorias, pasando por su peripecia política y personal, ¿tuvimos ocasión de saber, de verdad, quién fue y cómo es hoy ese tal Felipe? Lo que no sabemos, sobre todo, es dónde está, a dónde va y por dónde anda. ¿O sí se sabe? Vete tú a saber.

A juzgar por el impacto que tienen y el revuelo que causan, entre sus propios conmilitones y en la opinión pública, sus atrabiliarias y presuntuosamente apodícticas intervenciones públicas, parece que a este personaje antes no lo conocía casi nadie y hoy sigue siendo un desconocido.

Está claro que esto del humor ayuda mucho a conocer y conocernos. También a divertirnos…y a defendernos.

Comparte esta entrada