Dos coruñesas, querida Laila, son ministras en el nuevo Gobierno. Una de Ferrol y otra de A Coruña. Ministras de un gobierno progresista, que es el primero de coalición en la democracia y que, fuera del esperpento partidista y mediático ultra, es percibido como de centro izquierda. Un Gobierno que, consciente de lo que vale un peine, presenta un programa moderadamente progresista, pero que, tal como la derecha dejó el patio, nos daríamos con un canto en los dientes solo con que los objetivos pretendidos por estas dos ministras se cumplieran en buena parte. Porque, amiga mía, el papel que los dioses encomendaron a estas mujeres será crucial para valorar la gestión del Gobierno.
Nadia Calviño es una experta economista con una brillante carrera profesional y política en las administraciones española y europea, que va a gestionar la cartera de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Yolanda Díaz es una excelente abogada laboralista, experta en urbanismo, relaciones laborales y recursos humanos, con una densa carrera política en la administración local y como diputada, que asume la cartera de Trabajo y Economía Social.
Las dos son hijas de antifranquistas que lucharon por las libertades y construyeron la transición a la democracia. El padre de Yolanda es Suso Díaz, militante del PCG en la clandestinidad y Secretario General de CC.OO. de Galicia en la democracia. El padre de Nadia es abogado, masón y republicano que en la democracia ocupó el cargo de Director General de RTVE en el primer gobierno socialista. Ambas son hijas de las nuevas clases medias que incluirían a lo que podríamos llamar la “burguesía de toga” y la “aristocracia obrera”. Denominaciones, querida, que gustarán poco a los que se den por aludidos porque son conceptos o expresiones a veces peyorativamente connotados, pero que pueden servir para englobar a profesionales liberales, autónomos, empresarios pequeños y medios, funcionarios, trabajadores cualificados y gestores de grandes empresas e industrias y a dirigentes obreros de los sindicatos.
Yolanda ha de procurar la preservación y avance de los derechos de los trabajadores y su bienestar, lo que implica la demolición de las reformas laborales en sus aspectos lesivos y el desarrollo de una nueva normativa laboral más acorde con condiciones de trabajo y salariales justas e igualitarias. Y, por otra parte, ha de impulsar con éxito el desarrollo del llamado “tercer sector”: esa economía social, entre lo público y lo privado, que coloca en el centro de su actividad la solidaridad en las relaciones de producción y distribución. Nadia, por su parte, ha de procurar que se impulse el crecimiento económico del país, que las estrategias a desarrollar encajen con la política comunitaria, sin dañar las prioridades sociales del Gobierno, y que se estimulen y controlen para bien los enormes y acelerados cambios tecnológicos que ya se están produciendo.
A poco que se conozca el percal, puede adelantarse que entre estos dos ministerios van a surgir diferencias en el enfoque de los problemas y en sus salidas, en las prioridades a sostener, en los tiempos y en los modos. Todo ello requerirá acuerdos complejos y armonización de espacios y tiempos, que pondrán a prueba la capacidad política y técnica, la inteligencia, la empatía y la prudencia de las dos ministras, pero de ello va a depender la mayor parte del éxito o del fracaso del nuevo Gobierno. Entre otras cosas, porque no tratan solo de símbolos, principios y ”vanitatis vanitatum” sino, muy principalmente, de “las cosas de comer”.
La buena noticia, querida, es que en esto de “las cosas de comer”, aunque sea por lo que es, las mujeres sois expertas.
Un beso.
Andrés