Tras vencer a los Titanes, los dioses rogaron a Zeus que creara nuevas divinidades con la capacidad de celebrar con cantos, poemas y danzas aquella victoria. Zeus, que era lo que hoy llamaríamos un “picha brava”, se acostó durante nueve días con Mnemósine, la diosa de la memoria, muy poderosa porque ella sabe siempre “todo lo que ha sido, lo que es y lo que será”. Así fueron engendradas las nueve musas encargadas cada una de inspirar a los creadores de las distintas artes . Nacieron Calíope, Clío, Erato Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore, Urania y, la que ahora nos interesa, EUTERPE la ninfa de la música, cuyo nombre significa “La placentera y de buen ánimo ”.
Sucedió que, habiendo caído Zeus en una gran melancolía porque los celos de Hera lo perseguían y le impedían retozar con las ninfas de los bosques, arroyos y cañadas, Apolo, dios de la belleza, Afrodita, diosa del amor, y Dionisio dios de la fertilidad y del vino, se reunieron en Delfos para encontrar un remedio a la tristeza de Zeus. Allí acordaron convocar a EUTERPE para que ella buscara e inspirara al mejor grupo de músicos que fuesen capaces de devolver la alegría al padre de los dioses y de los hombres. EUTERPE recorrió el universo en el carro del Sol que resplandecía con el fulgor del oro y del pyropo y, en su viaje, encontró a cinco músicos excelsos y habilidosos en el tañer de sus instrumentos y en la modulación de sus voces. Los reunió en las orillas del mar del fin del universo, pasadas las columnas de Hércules, y allí les inspiró cantos y músicas, capaces de penetrar con extrema suavidad en el alma de un dios y conducirla, con tenues ritmos y sedosas melodías, desde la nostalgia y el decaimiento a la alegría y a la dicha. EUTERPE llamó a aquel grupo de cinco músicos VATAPÁ y sus canciones serán llevadas por los cuatro vientos, Euro, Céfiro, Boreas y Austro a todos los confines del orbe.
¡Bienaventurados y dichosos aquellos, que como ZEUS, puedan oir a VATAPÁ!