Al menos hasta ahora, el PP mantuvo su hegemonía en el gobierno de Galicia. De prácticamente cuatro décadas de autogobierno, el PP gobernó tres. Hasta ahora, pues el PP fue hegemónico, es decir, mantuvo la dominación y el poder imponiendo su ideología y sus valores, sus medidas, sus restricciones y los intereses que representa en le sistema político y social que rige a los gallegos. Si no lo ha hecho de un modo total y absoluto fue porque, afortunadamente, en España se ha producido una mayor alternancia que ha conseguido limitar el poder y la capacidad del hegemon gallego. Por ejemplo: Si en España no gobernara, lo que yo considero un centro-izquierda no más, y, concretamente, si en ese gobierno no participara Podemos, no habría subido el salario mínimo, no se habría creado el Ingreso Mínimo Vital, muy probablemente en lugar de ERTES habría ERES o más ERES que ERTES con los correspondientes despidos masivos, no se hubiera abordado el asunto de la muerte digna y, con toda seguridad, las consecuencias de la pandemia en el país hubieran sido muchísimo más agresivas para las clases medias y modestas de lo que han sido. Es decir, la hegemonía del PP en Galicia ha sido limada por un mayor y mejor reparto del poder en el Estado.
Esta hegemonía del PP sí ha creado en Galicia todo un aparato institucional, un entramado social y un tejido caciquil de intereses espurios y legítimos mezclados, que arrastran muchos votos cautivos y les facilitan perpetuarse en el poder. Esta es su fuerza, pero también su debilidad porque, hoy y aquí, el PP o gobierna con mayoría absoluta o no gobierna y, si su voto se divide entre Ciudadanos y Vox, esta derecha trinitaria no alcanzaría tampoco la mayoría suficiente en el Parlamento.
Las posibilidades de las izquierdas están en movilizar a sus partidarios para la votación e inmediatamente construir un acuerdo de Gobierno sólido y bien trenzado. Porque en este país tuvimos la experiencia del bipartito que gobernó aceptablemente cuatro años, que pudo romper la hegemonía histórica del PP pero que perdió las elecciones. Porque en el 2009 más que Feijóo ganar las elecciones, las perdió clamorosamente el bipartito, y esto debe hacer que se escarmiente en cabeza propia.
La hegemonía del PP en Galicia se ha hecho asfixiante y deja sus incapacidades e incompetencias al descubierto. Esta hegemonía ha debilitado los servicios públicos como la sanidad, la educación y la cobertura de la dependencia hasta límites intolerables; ha impedido el desarrollo industrial y ha sido ineficaz en frenar su deterioro; ha propiciado acuerdos de concentración bancaria que han privado a Galicia de la influencia que un día tuvo en el mercado financiero; y un largo etc., del que conviene destacar la desertización cultural que se promueve, especialmente alrededor de la lengua y la cultura gallegas. Feijóo no es rey, pero está desnudo. Lo triste sería que Galicia no encontrara los ojos de un niño.