Estas elecciones gallegas, especialmente, tienen gran importancia porque pueden condicionar mucho lo que suceda en España próximamente. La situación política general en que estamos creo que se parece a la que describí allá por 2018:

“La Constitución del 78 es “la barca de oro” que los españoles nos hemos puesto de acuerdo en construir y que “debe conducirnos” a atravesar el río desde la orilla de la dictadura  a la orilla de la democracia, evitando la violencia de las aguas que bajaban turbulentas. El sistema de navegación son dos cabos:  uno en la proa, que se va cobrando para hacer avanzar la barca hacia la orilla democrática, y otro en la popa, que se va soltando a medida que nos alejamos de la orilla de la dictadura. Es la navegación que se conoce como la transición. Algunos piensan que la navegación ya se ha acabado y que estamos  en la orilla democrática, pero otros pensamos que, si bien podemos estar cerca, todavía no podemos poner los pies en seco. No hemos soltado el cabo que nos une a la orilla de la dictadura y esto es lo que hace que la barca se acerque o se aleje de cada una de las orillas  dependiendo de quién sea el barquero y, en consecuencia, de cual sea el cabo del que se tire y cual el que  se vaya soltando.  Cuando tiró el viejo PSOE se avanzó  hacia la orilla democrática y cuando tiró el PP, se retrocedió, más o menos, pero siempre hacia la orilla autoritaria. Es decir, la transición realmente no ha concluido ni concluirá mientras no se quiebre totalmente el cabo que nos ata a la mala orilla.

Hay que reconocer que la barca ha funcionado y resistido a flote estos cuarenta años, aunque por desgracia no haya llegado a la orilla prevista pero, por suerte, tampoco ha regresado a la orilla de la que partió. Lo que pasa es que, con este vaivén, la barca está hecha unos zorros, empieza a hacer agua por todas partes  y nos ahogaremos todos, otra vez, si no se reforma la nave, si no se tronza el cabo de popa o si no se cambia de barco.

Las nuevas generaciones están hasta el gorro de navegar sin llegar a ninguna parte y quieren soltar el cabo de popa  o cambiar de barco y tirar para adelante. Entre los viejos están los que todavía temen a las aguas turbulentas, a pesar de estar más cerca de la orilla deseada, y pretenden pisar tierra sin soltar el cabo de popa que se volvería, entonces y de suyo, inservible; y están los que, con o sin esperanza de regresar, entienden que la única posibilidad que tienen de mantener sus privilegios, acumulados durante su estancia en la orilla de la dictadura, es  conservar el barco como está, es decir, sacralizar la Constitución y hacerla intocable a costa de lo que fuese menester. Para estos, parafraseando a Clausewitz, esta democracia es únicamente la continuidad del franquismo por otros medios. Y esto es hundirse sin remedio”.

Estas elecciones debieran ayudar a soltar definitivamente el cabo de popa.

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