Pues a mí, miren ustedes, me gusta y me alegra que salten y sigan saltando a la palestra pública y judicial casos y casos de corrupción. Es más, me preocupa la probabilidad de que queden demasiados casos sin saltar. Y es que me parece que acierta Actum con su famoso dictum: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Y es que, si se investigan, persiguen y condenan casos de corrupción es porque ese poder, que “tiende a corromper”, no logra ser absoluto y así “corromper absolutamente”. El poder está, afortunadamente, intervenido y condicionado por la democracia que, en la medida de su consistencia, de su extensión y de su capacidad de intervención, fortalece el sistema inmunitario contra los antígenos de la corrupción. Es decir, a más y mejor democracia, más difícil y menor será la corrupción. Esa corrupción a la que “tiende el poder”.

Por lo que lleva aflorando desde los albores de esta democracia nuestra, se ve que la mayoría de los casos de corrupción están relacionados con los partidos mayoritarios, es decir, los que tienen más poder. En los pequeños partidos y, por tanto, con menos poder, los casos de corrupción son muchos menos. Por eso la corrupción política  en España, no depurada ni en la transición ni en la democracia, está tan relacionada con el bipartidismo y, se combatirá mejor en la medida en que el poder se reparta más. Simplemente, quizá, porque así se generan más controles y anticuerpos.

Lo mismo que digo del poder político, seguramente se podría decir del poder económico, que se corromperá más cuanto más se acerque al oligopolio, camino de ese poder absoluto que es el monopolio al que, según parece, tiende el negocio por “naturaleza”. Por eso son tanto de temer las “concentraciones” que, sobre todo en el sector financiero, tanto menudean.

Y como los poderes económicos son, cada día “más absolutos”, se descubre, se persigue y se castiga mucho menos a los corruptores que a los corruptos. Lo que produce tanta inquietud, desencanto y frustración en el personal.

Cabe preguntarse, por tanto, lo que se preguntaba, en su redondilla “Hombres necios”,  Juana Inés de la Cruz sobre esa otra gran corrupción de las relaciones humanas, que generó y genera el poder absoluto del patriarcado:

“¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

el que peca por la paga

o el que paga por pecar?”

Mujer tenía que ser.

 

 

 

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