La razón esgrimida por Núñez Feijóo para convocar el congreso del PP es prepararse para un adelanto electoral, que considera probable y próximo. Pero la razón primera es que, en la eventualidad electoral y en todo caso, necesita consolidar su liderazgo en el partido. Liderazgo que pierde peso, cada día que pasa, primero fuera, en su electorado y en la opinión pública, y ahora dentro del propio PP. Tengo para mí que Feijóo se percató de que, dentro de su propio partido, empieza a extenderse la convicción de que el punto flaco del PP es él mismo y, en consecuencia, ha de consolidar su posición antes de que la cosa vaya a más.

Feijóo, en política, es esencialmente un cazador. Pero no un cazador a rececho, que sale a buscar su pieza, sino al acecho, que se embosca y, sin ruido ni estridencias, espera pacientemente a que la pieza, confiada, se le ponga a tiro. El cazador a la espera ha de escoger bien su puesto sabiendo que “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. El árbol de Feijóo ha sido Romay Becaría. Con él se fue a Madrid y, de su mano, volvió a Galicia bien recomendado a Manuel Fraga, para ser su vicepresidente y continuar al acecho hasta que Fraga pierde su mayoría absoluta, sale de la política y Feijóo abate fácilmente la pieza del liderazgo del PPdeG, que le permitiría alcanzar la presidencia de la Xunta de Galicia. Y aquí se embosca al aguardo de la presidencia nacional del PP nacional.

La pieza se pone a tiro con la crisis entre Casado y Ayuso. Aquí, el de Os Peares se embosca en el papel de mediador y desde él no duda en abatir a Pablo Casado, aún sabiendo que éste se posiciona contra la presunta corrupción de la líder madrileña. Seguramente Núñez Feijóo es muy consciente de que la corrupción es endémica en el PP y, en consecuencia, imbatible.

Este perfil de cazador a la espera, paciente, cauto y nada estridente, hace que se conforme la imagen de un Feijóo moderado, ecléctico y centrado; alejado del insulto, la ofensa, la injuria o el vocerío. Por ello el personal se lleva  la gran sorpresa  ante la creciente alineación del líder popular con el extremismo, el alboroto politiquero, la insidia e incluso el manejo del bulo y la mentira como armas en el debate político. Es el asombro ante lo inesperado, es la caída del mito que provoca decepción, desafección y que, al final, lo convierten en el punto flaco del PP.

Por todo esto, no es de esperar que en el Congreso del PP se nos diga qué van a hacer y cuál es su programa, más allá de generalidades y abstracciones que valen para un roto y un descosido. Este Congreso no es para esto, sino únicamente para apuntalar un liderazgo, el de Feijóo en el propio partido. Liderazgo que muestra grietas muy preocupantes y para tratar de recuperar una imagen pública que se está acercando peligrosamente a la del chisgarabís. El objetivo central  del Congreso es, por tanto, restaurar a Feijóo, por dentro especialmente y para fuera si es posible.

En el caso del PSOE, el punto flaco no está en su líder, sino fuera de su partido. Justamente a su izquierda: en esa constelación de partidos que, a fuerza de separarse entre ellos, dejan de ser esa figura o patrón estelar que precisamente constituye la constelación. Pero esto será otra historia

 

 

 

 

 

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