Recuerdo muy bien que en España se siguió con mucho interés el golpe de Pinochet, la muerte de Allende y la instauración de la dictadura en Chile. Se siguió con interés  y con dolor por todos los demócratas españoles, en la clandestinidad pero muy activos contra la dictadura; y también con interés, pero con euforia, por el Gobierno de Franco y todo el aparato institucional de la dictadura, que apoyó inequívocamente el golpe. Pinochet siempre agradeció a Franco su apoyo, tanto que no dudó en  asistir personal y oficialmente a su funeral. Franco acababa su dictadura de 40 años, muriéndose, y Pinochet, vivito y coleando, cumplía poco más de dos años de la suya, que había de durar 17. Y no me resisto a seguir comparando, por si algo puedo aprender.

Franco perpetra un golpe de Estado el 18 de julio de 1936, que fracasa, y desencadena una guerra civil que había de costar un millón de muertos y cientos de miles de exiliados, ejecutados tras juicios sumarísimos, asesinados y represaliados. En cambio el golpe de Estado de Pinochet triunfó, provocó la muerte de Salvador Allende, instauró una dictadura militar y siguieron centenares de miles de actos criminales represivos de la población civil: ejecuciones sumarias, asesinatos, allanamientos, registros, detenciones masivas, torturas y miles de exiliados. Como se ve, excluida la guerra, en esto de la represión, si hay diferencias, son cuantitativas y en términos absolutos, porque cualitativas y en términos relativos, creo que predominan las semejanzas.

Pinochet intenta perpetuarse en el poder y, para ello, convoca un referéndum en el año 1988, lo pierde y es desalojado del Gobierno, pero pacta una Constitución que se refrenda un año después y que marca la larga transición chilena. Transición, que concluyó hace un par de días, cuando la ciudadanía aprueba, en referéndum, derogar la Constitución de su transición y construir una nueva Carta Magna democrática, rematando así con las alargadas sombras de Pinochet y de la dictadura que, entre otras cosas, habían evitado, como aquí, la pertinente depuración de las instituciones.

En España, Franco muere en la cama como Jefe del Estado y son sus fieles, del llamado Movimiento Nacional, los que pactan con la oposición una reforma política y una Constitución, que muchos ven como borrón y cuenta nueva y punto de llegada a la democracia, y otros entendemos como proceso de transición hacia una democracia madura y no otorgada. Proceso en el que estamos y que solo concluirá cuando logremos, reformándola o instaurándola de nuevo, una Constitución  democrática sin ataduras, servidumbres o amarres con la dictadura.

A nosotros todavía nos falta un trecho para alcanzar lo que Chile ha conseguido ya. Pero también es verdad que lo nuestro fue marcado por una guerra civil y penosamente más largo: cuarenta años frente a diecisiete.

Es natural que lo de Chile haya causado aquí tanta alegría, ya que, al fin y al cabo son barbas del vecino.

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