Cuentan las crónicas que Yolanda Díaz y su equipo han decidido suspender o retrasar su “proceso de escucha” a la distintos sectores de la ciudadanía española, destinado en origen a buscar las posibilidades de articular una alternativa política transversal, radicalmente democrática, unitaria, de carácter progresista y “convencionalmente” situada a la izquierda del PSOE, pero no para desarrollar una rivalidad o confrontación con los socialistas, sino para moverse en lo que llamó Errejón una “competencia virtuosa” o, de otra forma, para buscar una colaboración lealmente crítica.
Aparte de poder verse esto como una alternativa de poder, lo esencial sería entenderlo como una forma de concitar el apoyo democrático de una muy amplia mayoría de la ciudadanía española que hiciese posible abordar, serenamente y en profundidad, las respuestas políticas e institucionales a los graves problemas que aquejan a nuestra democracia, las reformas constitucionales y legales pendientes y pertinentes y el impulso de un otro modelo económico y productivo, que garantice el Estado del bienestar, la equidad y la convivencia democrática, en armonía y libertad, de todos los ciudadanos y los pueblos de España.
No sé bien si se aproxima esto a lo que se pretende con ese “proceso de escucha” pero, en todo caso, y sea cual sea la pretensión concreta, es evidente que estamos hablando de “hacer política”…y política en el sentido más serio, noble y necesario de la palabra.
Dicen, por otra parte, las crónicas que la suspensión o aplazamiento de esta “escucha” se debe al periodo especialmente complicado y convulso que estamos viviendo. Lo que me parece un error, un desacierto. Creo que los impulsores de la iniciativa debieran de repensárselo, porque la política es, al cuerpo social, lo que la respiración es al cuerpo humano. Y no paramos de respirar porque tengamos problemas o complicaciones. Al contrario, cuantos más problemas o convulsiones, más importante es respirar bien. La acción política, sobre todo si pretenden respuestas fundamentales, no debe parar, porque la sociedad no puede quedarse sin oxígeno en su cerebro.
Si hay problemas, conflictos, convulsiones, urgencias, e incluso emergencias, la acción política, incluidas la escucha, la búsqueda, o la preparación de proyectos y alternativas, no pueden ni debe suspenderse, sino intensificarse.
Y otrosí digo: Aquí no se trata de que escuche Yolanda Díaz, que también, sino que se escuchen entre sí las ciudadanas y ciudadanos interesados, las organizaciones y asociaciones cívicas, los sectores sociales sensibles, las corporaciones, movimientos, partidos y entidades que se sientan concernidos, en definitiva todas las personas de buena fe, que son mayoría. Que se escuchen, se tramen en una urdimbre virtuosa y decidan. Por eso me parece que Yolanda Díaz no debiera de parar “la escucha”.