Cuando los seres humanos descubrieron o encontraron a los dioses, los vieron semejantes a ellos. Los encontraron y los vieron, es decir, los inventaron. Por eso los dioses descubiertos, es decir inventados, fueron creados a imagen y semejanza de los seres humanos. Por eso nuestras religiones originarias son politeístas y plurales, de dioses y de diosas. De sacerdotes y sacerdotisas. Religiones a las que no se cuestiona su veracidad. Son todas verdaderas, tan verdad como el ser humano. Pero cuando la razón se duerme, el sueño produce monstruos como los monoteísmos. Aquí solo hay un Dios, y no lo descubre el ser humano, sino que es dios el que se revela, a unos sí y a otros no, y que se presenta como único verdadero, exclusivo y masculino.

Pablo de Tarso lo vio claro en el Areópago: “Atenienses, veo que que sois sobremanera religiosos porque al pasar entre los dioses objeto de vuestro culto he visto un altar al dios desconocido. Pues ese, que sin conocerlo veneráis, es el que yo os anuncio”. El resultado fue que aquel nuevo dios, único y únicamente masculino, barrió a los demás dioses y diosas  y se hizo con el Olimpo entero. De tener dioses y diosas, mujeres y hombres sacerdotes, hemos pasado, por el sueño de la razón, a tener un Dios solo y solo hombres sacerdotes, imanes o rabinos.

Alguna Iglesia cristiana  se está arriesgando a ordenar mujeres sacerdotes, como las iglesias episcopalianas o anglicanas. Pero la iglesia católica, igual que los musulmanes y judíos, se mantiene en sus trece, radicalmente misógina oponiéndose muy duramente al sacerdocio femenino, propio de las más antiguas tradiciones de nuestro rico acervo cultural y religioso. Todas estas cosas pensé, hace más de tres años, al ver la exacerbada condena y excomunión de la primera mujer sacerdote católica española, Cristina Moreiras que, por cierto, es coruñesa. Algún día en A Coruña le pondremos una calle por su valentía y su aportación a la lucha por la emancipación de las mujeres en un espacio, tan árido y hostil para la mujer, como es el de una religión monoteísta. Esto pensé entonces y, más o menos, sigo pensándolo hoy.

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