Hace ya medio siglo, en la Quebrada del Churo (Bolivia), caía herido el Che Guevara. Trasladado a la escuela del pueblo de La Higuera, tal día como hoy hace cincuenta y tres años, el Che es ejecutado sin juicio alguno por orden directa del presidente boliviano, Barrientos. Orden que fue inspirada, supervisada y, diríamos hoy, “monotorizada” por la CIA a través de su agente, Félix Rodríguez, que era quien transmitía las órdenes a los militares. Aquel día murió el guerrillero y nació el mito perdurable que hoy sigue inspirando y alentando movimientos, acciones y sueños, que pueden ser algo diferentes a los suyos, en los fines o en los medios, pero que brotan de la dignidad, de una misma sed de emancipación, de justicia y de libertad.

En los años 80 tuve ocasión de viajar a Cuba y allí conocer a un primo lejano, descendiente de parientes míos que, por los años veinte del siglo pasado, habían emigrado a la isla caribeña. Mi pariente, ya jubilado, había sido un cuadro administrativo medio del Banco Nacional desde los tiempos de Batista y, al triunfar la revolución de Fidel, tuvo la oportunidad de conocer personalmente y muy de cerca  a  Che Guevara, que fue designado presidente del Banco. Me contó Regino, así se llamaba mi primo, que él tuvo  varias sesiones de trabajo directas con el Che porque éste, “culto y bien preparado” (son sus palabras), desconocía sin embargo la mecánica bancaria, técnica y administrativa, y necesitaba ponerse al día. Mi primo, que no era fan de la revolución aunque le reconocía logros y valores,  me mostró sin embargo una  notable admiración por la figura del Che . “El Che”, me dijo, “inventó el foquismo para extender la revolución a América Latina, abandonó el poder y las comodidades y se fue a Bolivia”. “Fue consecuente y honrado”, concluyó, “y esto no lo hacen políticos y revolucionarios corrompidos que viven como burgueses y millonarios” (sic).

Más que por su ideario político concreto, el Che es un referente universal porque no entró nunca por puerta giratoria alguna, ni siquiera la que pudiera ofrecerle su propia revolución triunfante. Hoy el referente vivo sería el expresidente uruguayo José Mújica. Guevara y Mújica.

Es el Céfiro, hijo de la Aurora, la diosa que le abre camino al Sol. Ese viento del Oeste que genera las más fértiles y luminosas primaveras.

 

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