La fiesta nacional española tiene muy escasa repercusión popular. Mucha gente no tiene claro ni que exista. El 12 de octubre es para muchos el día del Pilar o la fiesta de los picoletos y para todos un festivo, que si cae bien, es un “puente”.  De hecho celebrar este día, lo que se dice celebrar, solo lo hacen los militares y los cargos institucionales que, en muchos casos, lo viven como un coñazo, tal como se le escapó, a micrófono abierto, a algún conspicuo dirigente, fíjate tú, de la patriótica derecha Y no es extraña esta lejanía o indiferencia popular del presunto día de la patria si consideramos su historia.

El 12 de Octubre fue primero día de la Raza, por obra y gracia del asturiano D. Faustino Rodríguez San Pedro, bisabuelo de Rodrigo Rato …¡vaya por Dios¡, ministro, naturalmente con los conservadores Silvela y Maura, y durante un par de años diputado a Cortes por Cuba. Seguramente la idea del Día de la Raza (1913) revela la patológica añoranza por la pérdida de todas las colonias americanas y, concretamente, la de Cuba unos pocos años antes. Si no había colonias se inventaba la “raza hispana” que pretendía salvar el complejo de inferioridad por la caída definitiva de aquel imperio por el que “se caminaba hacia Dios”.

La gran estafa ideológica y científica de “la raza”, para diferenciar, excluir y enfrentar a grupos humanos, generó tales catástrofes humanitarias que se hizo intragable hasta para personajes tan reaccionarios como Ramiro de Maetzu, que propuso cambiar “raza” por “hispanidad”. Venía a ser lo mismo y respondía a los mismos complejos, pero daba el pego.

Franco conservó el día de la Hispanidad, aunque la fiesta nacional del franquismo fue siempre el 18 de julio, paga extra incluida. Y sucedió que, como a la actual democracia anoréxica que padecemos se llegó por una mera reforma política consensuada y se descartó la ruptura con el franquismo y su depuración, se tomó el Día de la Hispanidad para que fuese la Fiesta Nacional, pero con el mismo simbolismo asentado en el mito de Colón. Al tiempo se conservó la paga del 18 de julio y se le cambió el nombre por la paga extra del verano. Este tipo de cambalaches dan cuenta muy bien de cómo se fraguaron los consensos y acuerdos de la transición, que cristalizo en la Constitucion del 78 y se reorientó a lo que es hoy con la operación del 23-F del 81.

Dados los nostálgicos complejos, los cambalaches y la catadura de los protagonistas de esta historia no es de extrañar que una Fiesta Nacional, para una nación de naciones como la nuestra, tenga muy escaso calado en la ciudadanía que bien pudiera cantar su desencanto parafraseando aquella Oda al Dos de Mayo, día patriótico donde los haya:

Oigo patria tu aflicción

y escucho el triste lamento

que forman, tocando a muerto,

el corrupto y el felón”

 

E inmediatamente levantarse indignados y con toda dignidad.

 

 

 

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