Tras su reciente contratación  como violonchelista principal asistente de la Sinfónica de Israel Rishon LeZion, orquesta residente de la Ópera Israelí,  Alejandra Díaz debutará, el próximo 27 de Marzo en el Centro de Artes Escénicas de Tel Aviv, interpretando Las Bodas de Fígaro, bajo la dirección musical de Michele  Gamba.

La primera vez que  vi  tocando y escuché a Alejandra fue en un concierto, en el Círculo de las Artes de Lugo, interpretando, con la pianista Eriko Ishimoto, partituras de Mendelssohn, Stravinsky y Rachmaninov. Fue uno de esos momentos, aparentemente efímeros, pero tan bellos y dichosos que se te quedan anclados en el alma. Tanto que suelo revivirlo cada vez que recibo una noticia de las andanzas de esta virtuosa y gran creadora de belleza que es Alejandra.

Que una de las orquestas más relevantes del mundo, como la Sinfónica de la Ópera Israelí, haya contratado a Alejandra, siendo algo insólito, es muy coherente con la extensa e intensa formación de la chelista gallega, con su nivel de excelencia y de virtuosismo y con su grado de madurez artística y técnica, alcanzados en plena juventud. Es, además, una muy buena noticia para ella y para los suyos, por lo que comporta de reconocimiento y de alta valoración, pero noticia de doble filo para Galicia. Por un lado, siempre nos conviene y debe halagarnos el reconocimiento, cuanto más universal mejor, de nuestras creadoras y artistas, pero por otro, de nuevo las y los mejores de los nuestros han de emigrar porque nunca nos enteramos de lo que tenemos…, hasta que se nos van.

Dicen que el violonchelo es el instrumento que más se asemeja a la voz humana y debe ser cierto. Pero también es el instrumento de la ternura más dulce y más honda. Se toca o se tañe en el regazo, estrechado por los brazos y las piernas. Hay que hacerlo vibrar con toda la fuerza sutil de la precisión, para que hable, para que diga, para que susurre, para que cante. Y hacer vibrar es conmover, emocionar, estremecer, apasionar. Esto es lo que Alejandra sabe hacer y lo que consigue.  Larga vida dichosa y buen trabajo, Alejandra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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