Yolanda Díaz  anunció que, en primavera, recorrerá España durante seis meses, es decir hasta el otoño, para escuchar a la ciudadanía,  con el objetivo de ver si es posible  impulsar un proyecto político transformador y transversal, porque no le gustan “las esquinas”. Es decir, que  en política de poco sirve  lo exquisito si es marginal.

De la primavera al otoño: el tiempo de la luz. Muy sugerente…,y me puse a pensar.

¿Cuál podría ser ese espacio político transversal, que concite la anuencia y el apoyo de amplias capas sociales de talante democrático, abierto y progresista? ¿Cuál sería ese espacio político susceptible de ser visto y asumido, no solo como posible, sino también y sobre todo como necesario,  venturoso, ineludible y muy próximo en tiempo político? Es decir, que esté a la vuelta de la esquina, querámoslo o no.

Se nos están cayendo los palos del sombrajo. Todo que nos amparaba se está viniendo abajo. Valores que entendíamos perennes como la verdad, la justicia o la solidaridad se erosionan con la utilización abierta de la mentira, con la instalación de la pobreza y la precariedad, con la chufla sobre la empatía y solidaridad llamándolas “buenismo”. La honorabilidad y la honradez públicas están ya carcomidas por la corrupción y la podredumbre, que llega a las más altas instituciones. He ahí la Corona. El peligro que acecha a la democracia es evidente y toma cuerpo. He ahí a Vox. Para resumir y no extenderme, he ahí la crisis y, acercándosenos cada día mas, la guerra misma.

Este es realmente el drama. Pero la tragedia ha de desembocar y culminar en la catarsis, que viene a ser la victoria sobre la hybris, sobre la violencia, sobre la corrupción y sobre la muerte. Y esta  catarsis es la corriente que discurre, cada día con más fuerza, por las entrañas sanas de la sociedad: La sentida necesidad del protagonismo de la ciudadanía; el anhelo de regeneración democrática; la lucha diaria por la vida y el bienestar; la repulsa de la corrupción y la mentira; el desprestigio creciente que augura la caída irreversible de la monarquía; la perentoriedad de una profunda reforma de la Constitución para adecuarla a los tiempos y a la vida de las nuevas generaciones; la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres; la defensa de la vida humana en la tierra  o el empeño en alcanzar la paz y la concordia globales. He ahí la catarsis. He ahí la República.

Resulta que ese espacio político transversal que concite, ya a muy corto plazo, unidad, anuencia y apoyo de amplias capas sociales es la construcción de la República. Llámesele como se quiera, pero es la República.  No la del 31, aunque de ella haya mucho que aprender, sino la República Española del siglo XXI que se está incubando, querámoslo o no. Construir juntos la República. Porque ya toca, porque ya “es el momento” y Yolanda lo comprobará, si escucha bien entre la primavera y el otoño: el tiempo de la luz.

Otra cosa será lo que haga o pueda hacer.

 

 

 

 

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