Por primera vez, desde la Constitución de 1978 y desde el régimen de 1981, parece que se va a producir en un par de días un gobierno de coalición en el  Estado y de coalición de las izquierdas. Este gobierno, aún antes de constituirse y, en consecuencia, sin que haya tomado medida alguna, no solo es atacado con saña por las derechas políticas, sociales, económicas, nacional-católicas y mediáticas sino que estas mismas fuerzas tratan, simple y llanamente, de  deslegitimarlo antes de  nacer. Como si España fuese patrimonio de unos cuantos. Ciudadanos, PP y Vox, ejerciendo de portavoces de la España más reaccionaria, tildan al gobierno no nato de  traidor a la patria, golpista, desintegrador de España y generador de la degradación moral del país. Poco importa que, de constituirse el gobierno, lo haga porque obtiene del Congreso, donde se concreta la soberanía nacional, la mayoría suficiente. No es relevante el valor “democracia” para la caverna hispánica.

No debiera, a estas alturas, influir en una opinión publica madura semejante estrategia, tan desmadrada, de las derechas, pero hemos de tener en cuenta que los españolitos llevamos más de dos siglos, por lo menos, haciendo de la confrontación radical, muchas veces violenta, seña de nuestra identidad y una de esas dos Españas, siempre la misma, no cesa de “helarnos el corazón”. Por ello creo que las personas, más lúcidas de este país, y sus instituciones debieran hacer un esfuerzo de pedagogía política permanente que nos vacune contra la reacción y la barbarie.

En aras de esa pedagogía social y, sobre todo, porque los dos personajes se lo merecen y son referencia y ejemplo de inteligencia, lucidez y capacidad de trabajo para contribuir decisivamente a la compresión y construcción efectiva, democrática y solidaria del país, debiéramos dedicar este año a conmemorar,  con profusión de estudios, actos y memoriales dos centenarios: el del nacimiento de Isaac Díaz Pardo y el del fallecimiento de Benito Pérez Galdós.

Díaz Pardo y Pérez Galdós representan muy bien la línea y los valores más razonables, limpios, cívicos y democráticos para construir un país con dignidad, empeñado en buscar  la equidad y el bienestar de sus ciudadanos.

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