Hay un banco que, para hacerse publicidad y caer bien, se presenta como  “no banco”. Se ve que sus gestores son muy conscientes del desprestigio  creciente y profundo de bancos y banqueros. “Madia leva”, diríamos en gallego, si recordamos su crueldad hipotecaria, su pasión usurera, su rescate con pasta pública que no devuelven, sus estafas, como “las preferentes” por ejemplo. Ahora preocupa a los prebostes de la UE que grandes bancos como  Deutsche Bank, Pilatus Bank, ING o Caixabank, por citar algunos, se impliquen en operaciones de lavado de dinero. ¡Vaya novedad!

Los bancos son entidades privadas con apetito desordenado de lucro, que se dedican a la usura y que han ocupado, en régimen de oligopolio de facto, todo el espacio del mercado del dinero. También el espacio financiero de las clases medias y modestas que hoy han de utilizar inevitablemente los servicios, bien cobrados, de la banca privada. No se puede “vivir” sin tener una cuenta bancaria, sin depender de un banco. Las clases modestas somos el gran negocio. Basta ver lo que abulta el mercado hipotecario para viviendas o pequeños negocios.  Pero no confundamos:  lo que está desordenado en los bancos  es su codicia y su apetito de lucro, no su actividad, que esta sí está regulada, pero  siempre a su favor.  Ley, Justicia y Jurisprudencia se construyen esencialmente, no desde un poder político democrático, sino desde el poder económico neoliberal. El neoliberalismo ha conseguido que la política sea a la economía, lo que la filosofía a la teología en el pensamiento escolástico y teocéntrico medieval: su sirvienta y esclava.  Siendo, pues, la política mucama de la economía, la regulación financiera servirá fatalmente a ese apetito desordenado de lucro.

El centro-izquierda debiera recuperar el protagonismo de la política e intervenir con una seria  regulación  del sector bancario en función del interés de los ciudadanos,  pero también promover entidades  o bancos de carácter público que compitan en el mercado financiero con el sector privado, rompan el oligopolio y ofrezcan servicios financieros públicos a la ciudadanía. Esta doble intervención beneficiaría a todos, incluso a la banca, porque se ordenaría su desordenado apetito.

 

 

 

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