A mí lo de Atocha siempre me dio mucho que pensar y creo que el mejor homenaje que podemos hacer a las víctimas de aquel crimen político es seguir reflexionado sobre lo sucedido. Porque no está todo pensado, ni todo dicho y mucho menos está todo aprendido.
Necesitados como estábamos -y seguimos estando- de sacar bienes de los males, consideramos y con razón que aquel crimen reveló la catadura odiosa del franquismo, por una parte, y el deseo mayoritario, por otra, de alcanzar pacíficamente la democracia. Sobre todo al comprobar empíricamente el comportamiento solvente, democrático y pacífico de las trabajadoras y trabajadores y de las fuerzas principales de las izquierdas que en aquellos momentos los lideraron, sin duda ninguna. Tanto es así que a la reacción de la militancia del PCE y de CCOO, se atribuyó un efecto catalizador de la legalización del partido comunista que se produjo en el mes de abril de aquel año. También se consideró lo sucedido como la derrota del franquismo más ultra y de la extrema derecha
En todo esto hay, verdad sin duda. Pero también la hay en que la matanza de Atocha demuestra que la transición de la dictadura a la democracia en España no fue pacífica en absoluto. Lo de Atocha, fue quizá el acto violento más duro o grave. Puede ser. Pero no fue el único, ni mucho menos, en aquellos duros años. La transición en España costó sudor, lágrimas y también sangre. Y esto es necesario reconocerlo y asumirlo.
Como también hay verdad en que la matanza de Atocha y toda la violencia de la transición metió a mucha gente el miedo en el cuerpo e impulsó a la clase política del país a que optara por “la reforma política” frente a “la ruptura con el franquismo”. Y, en este sentido, puede considerarse que los asesinos de Atocha y, fundamentalmente los que los dirigieron, consiguieron, al menos en parte, sus objetivos y lograron una democracia lastrada por el franquismo que sobrevivió, empotrado en prácticamente todas las instituciones y larvado en los partidos de la derecha. Hoy lo podemos comprobar cuando la extrema derecha sale del armario. Y sale vivita, coleando y combatiendo, al finiquitar el modelo bipartidista que blindaba la Constitución del 78 y garantizaba su lectura reaccionaria, vigente desde el 23-F de 1981.
Por eso, yo creo que los asesinos de Atocha y los suyos, no han sido derrotados todavía ni, consecuentemente, depurados como lo demuestra el hecho de que se sigue incubando el huevo de la serpiente en este país. Nuestra democracia no está saneada, es todavía muy vulnerable y sigue en manifiesto peligro. Es lo que creo.