El problema cardinal de la oposición en España es su insoportable levedad y frivolidad. Insoportable, sobre todo, para los conservadores y liberales españoles que asisten, frustrados, al hecho de que sus verdaderas posiciones, intereses y aspiraciones estén prácticamente ausentes de la política española. Mil ejemplos, entiendo, se podrían poner de esta inconsistencia política de la derecha trinitaria (PP, VOX y CS). Hasta a mí se me ocurren un montón. Pero para ahorrar tiempo y espacio voy  a referirme a un hecho y a un significativo ejemplo muy actual.

El hecho es que los líderes y portavoces principales de la oposición al Gobierno son, a mi juicio, por estricto orden de importancia y de actividad: Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado y Martínez Almeida. Del día a día y del grueso de la oposición se encargan la Presidenta de Madrid y el Alcalde de la capital y Pablo Casado se dedica especialmente a la oposición en el Congreso. Con estos mimbres ya podríamos imaginarnos a priori la consistencia del cesto, pero a simultáneo y a posteriori podemos comprobar lo que estos personajes están dando de sí. Al Gobierno le viene de perlas y le preocupa bastante más lo que la oposición interna, en el seno de la coalición. le está arrancando, no solo desde Podemos sino también desde parte del PSOE, que las pejigueras y alharacas inútiles que le monta la oposición “oficial” un día sí y otro también. “Ahí me las den todas”, debe pensar el bueno de Pedro Sánchez. Pero los que están que trinan, sin duda, son liberales y conservadores con sindéresis, peso, inteligencia y sano juicio que se mueren de vergüenza todos los días con las ocurrencias, frivolidades y visajes de  saltimbanqui de quienes asumieron su representación.

Y el ejemplo es, ni más ni menos, que la estrambótica reacción  ante la salida de Illa para irse a las elecciones catalanas. Le acusan de alta traición por abandonar el ministerio e irse a las elecciones catalanas, cuando ellos hicieron lo mismo: Alfonso Alonso, también desde Sanidad, para irse a las vascas, Mayor Oreja, o Piqué. Ponen el grito en el cielo porque Illa además lo hace en plena pandemia y se pasan por el arco de triunfo que, precisamente en plena pandemia, ellos se hartaron de exigir, vociferantes, la dimisión del catalán. Pues ya la tienen.

Puede que al Gobierno, en general, y a Sánchez en particular le venga bien esta frívola levedad de la oposición, que castiga y limita la capacidad opositora de los demócratas conservadores y liberales y desprestigia a la derecha trinitaria que cada día se muestra mas torpona, indocumentada y extrema. Puede. Pero para la ciudadanía de este país y para el sano ejercicio de la democracia, la carencia de una oposición, mínimamente solvente, no es nada beneficioso.

Los demócratas conservadores y liberales, normales, debieran hacérselo mirar. Creo

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