La frustración, desencanto y desánimo, en las gentes progresistas o de izquierdas, ante el notable avance electoral de las derechas “trumpistas” y/o extremas, se puede comprender, pero no es proporcional ni adecuado a lo que, en realidad está sucediendo. Tengo para mí.

La recuperación, más bien “morna”, del PP, el avance de Vox y la amplia victoria electoral de las derechas no son el triunfo de un programa o de una propuesta política sobre otra, prácticamente son solo la expresión de una reacción, con la violencia típica de los últimos coletazos, ante el fracaso rotundo del neoliberalismo. Es lo mismo que hace Trump en EE.UU,  Bolsonaro en Brasil, Meloni y Salvini en Italia y tantos otros. Su programa es recuperar el neoliberalismo fracasado: acabar con los estados sociales y del bienestar, privatizar los máximos bienes públicos, apostar por el individualismo más radical y desmantelar el entramado legal de derechos humanos y cívicos, alcanzados trabajosamente durante años. Esto explica que de PP y Vox no podamos saber bien que piensan hacer y sí tener muy claro lo que trataran de derogar o demoler y que sus campañas hayan resultado tan truculentas y aviesas aunque, eso sí, exitosas. Técnicamente reacción pura, por lo que tildarlos de reaccionarios no es insulto, sino diagnóstico.

Las gentes progresistas y de izquierdas debieran percatarse, por tanto, que las derechas “trumpistas” y extremas, es decir y por orden de importancia, Aznar, Ayuso, Feijoo o Abascal están únicamente a la defensiva, solo “reaccionan”, no avanzan realmente, aunque ganen elecciones y alcancen cotas de poder. Las políticas sociales, de derechos humanos, los modos democráticos, las políticas de emancipación de la mujer,  de igualdad y de lucha contra el patriarcado, la intervención de la política en la economía, los avances en la ciencia y la investigación, la protección y saneamiento del medio ambiente y el desarrollo de la cultura y de las artes, aunque aún quede un largo tramo por recorrer, son bienes inicialmente alcanzados y progresivamente instalados en la conciencia colectiva de los pueblos. Los reaccionarios lo saben, sufren por  lo que pesan y por ello solo piensan en su demolición y tratan de llevarla a cabo taimada y arteramente, disimulada en proclamas y palabras trucadas como patriotismo, libertad, moralidad o vida y envuelta en insultos, agresiones, mentiras y provocaciones que, con interesada facilidad, les compra un amplio entramado mediático mercenario.

Pero lo que, a estas alturas, tienen que demoler, por escaso que sea todavía, les resultará muy duro y fuertemente enraizado ya en la conciencia social. Por eso, aunque alcanzaran el poder del Estado, lo que está por ver, su fracaso es irreversible. No solo por su incapacidad para abordar y arreglar los problemas reales y claves de la sociedad y de las personas, sino incluso por la imposibilidad de conseguir sus propios objetivos reaccionarios. Eso se comprobó ya en EE.UU. o en Brasil, por mucho que continúen pataleando.

Si Feijóo lograra el Gobierno, malo muy malo sería y nuestro incipiente y parcial bienestar, los servicios públicos, las clases medias y trabajadoras, las mujeres, el acceso a la sanidad y a la educación, nuestros derechos y libertades y nuestras economías familiares sufrirían mucho. Los avances sociales, económicos y políticos necesarios sufrirían un parón e incluso un cierto retroceso pero lo esencial de lo conseguido es, en su mayor parte, imposible de demoler y relativamente fácil de recuperar, pasada la tormenta reaccionaria.

Es por todo esto por lo que pienso que no cabe la frustración o el desánimo en las gentes progresistas y de las izquierdas. Efectivamente, estamos ante otra dificultad importante y puede que dolorosa si siguen avanzando, pero lo que está ya escrito es el rotundo fracaso de la reacción mucho más pronto que tarde de lo que parece.

La desazón y el desánimo no tienen base real de fondo. Solo son un efecto comprensible pero impostado o inducido de una batalla perdida, como tantas que ha habido, en una guerra que se va ganando y que es imposible perder.  Yo lo veo así.

 

 

 

 

 

 

 

 

Comparte esta entrada