El ministro Alberto Garzón, no se ha retirado, ha decidido simplemente no presentarse a las elecciones, apoyando a SUMAR desde su liderazgo en IU.
Garzón ha sido, y todavía lo es en funciones, un excelente ministro. Lo demuestra su trabajo y lo resaltan los atrabiliarios e injustificados ataques a su gestión por parte de la derecha extrema del PP y de Vox ante sus iniciativas más racionales y sensatas: el impulso de la moderación en el consumo de carne en la alimentación, la crítica a las macro-granjas por la baja calidad de sus productos y por su agresión al medioambiente, las restricciones en el uso de azúcares añadidos en “chuches” y bebidas, la regulación en la propaganda de los juegos de apuestas para combatir la ludopatía y un largo etc.
La reacción del PP y Vox fue incitar y excitar el más bajo corporativismo contra el ministro deturpando y corrompiendo la solidaridad gremial.
La solidaridad gremial, creo, que es una virtud cívica, por cuanto implica la defensa justa de tus compañeros y compañeras de trabajo y de profesión. El corporativismo ya es otra cosa porque defiende a un gremio o a las personas de ese gremio por encima de la razón, de la justicia y del interés y bienestar general. Creo que el corporativismo solo es válido en el excepcional y bien justificado caso de Lalín: “Viva Lalín con razón ou sin ela”. Aunque esto mas bien viene a ser una suerte de “mal francés”. Al chauvinismo me refiero. Pero, fuera de aquí y del humor, el corporativismo es la corrupción del compañerismo y del propio gremio, que puede llegar a la complicidad con el crimen o al crimen mismo.
El corporativismo en cualquier profesión o gremio sirve especialmente para dos cosas: para blindar privilegios o “mamandurrias” de algunos capitostes, o secuaces de capitostes, del gremio de que se trate, o para tapar, esconder y dejar en la impunidad la corrupción, el delito o el crimen de aquellos u otros capitostes y secuaces.
Muy significativo fue cómo “reaccionó la reacción” ante unas declaraciones del Garzón en un programa de TV, hablando del clima de crispación existente. El Ministro se hacía la pregunta retórica siguiente: “¿Puede haber elementos reaccionarios dentro de la Guardia Civil que asuman como propio el discurso que a veces incluso invita al golpe de Estado aunque sea a nivel discursivo?” Y se contestaba: «Puede. Pero son absoluta minoría y no ponen en riesgo la democracia».
Pues bien estas sensatas palabras, medidas y ponderadas de Garzón desataron la cólera corporativista de políticos de ultraderecha y de sedicentes representantes de la policía. Concretamente de la Confederación Española de la Policía que llegó a pedir la dimisión del pudoroso Ministro.
¿Puede alguien con sensatez y racionalidad pensar que no hay delincuentes, pro-golpistas, reaccionarios, machistas violentos y otros especímenes en la Guardia Civil, la Policía Nacional, otros cuerpos de seguridad, entre los militares, los jueces, los médicos, abogados o cualquier otro gremio? Nadie puede negarlo porque se comprueba lo contrario todos los días de Dios.
¿Y a quien perjudica que se diga, se reflexione sobre ello en publico y en privado, que se denuncie en su caso, que se valore y se critique? ¿A los guardias, a los polis, a los militares, a los médicos o a los que sea? No, para nada. Al contrario, los beneficia y los honra por cuanto existen y funcionan espacios y mecanismos de análisis y de depuración que garantizan la dignidad de sus profesiones y la de sus propias personas. Tampoco debieran sentirse perjudicadas las organizaciones gremiales y corporaciones salvo que, ya corrompidas, hayan caído en el corporativismo, hasta el punto de intentar tapar sus delitos, los errores, las carencias o las disfunciones.
Solo pueden sentirse perjudicados aquellos gremios, colectivos, partidos o aquellas personas que se saben concernidas o se dan por aludidas o descritas en las suaves palabras del ministro Garzón. Y en este caso bien perjudicados están.
Garzón es un buen ministro y un dirigente político sensato, honesto y honorable que afortunadamente continúa ejerciendo su liderazgo en una organización política digna e incuestionablemente democrática. Lo que es de agradecer.