Cuanto más os observo, más se me confirma la convicción de que la última esperanza para la humanidad sois las hijas de Lisístrata. Se os ve seguras e incluso optimistas, envueltas en vuestro verde “a-pesar-de-todo”. Es vuestro turno. El patriarcado ha fracasado rotundamente. A los hombres se nos acabó el repertorio, se nos murió la utopía, nos aliena la quimera y nos mata la depresión. En cambio vuestra lucha, con ser milenaria, tiene la frescura verde de todo el futuro por delante.

Milenaria. Hace más de 2.400 años que Aristófanes estrenara en Atenas su Lisístrata eterna. Los atenienses buscaban en la guerra del Peloponeso la gloria, el poder y la riqueza y vosotras, conscientes de la estupidez masculina, recobrasteis la paz con una huelga de amor. Tomasteis la Acrópolis, os apoderasteis de la riqueza del Estado para que el dinero del pueblo no pudiera emplearse con fines militares, resististeis la retórica de los ancianos, sofistas y demagogos, y no cedisteis ante las amenazas de los arqueros. A los hombres “se les inflamó la ingle” y no tuvieron más alternativa que ceder a  vuestra presión pacifista. Aristófanes, como todos los genios del humor, supo dar donde más duele y descubrir precozmente la inmensa fuerza transformadora que la mujer acumula y que resulta decisiva cuando es capaz de romper su secular subordinación.

Hoy, querida, el mundo es como el Peloponeso en guerra. En guerra y en crisis, que viene a ser lo mismo. Y el llamamiento de Lisístrata conserva toda su vigencia. Os llama a juramentaros, a tomar la Acrópolis y a no ceder hasta que a los hombres se nos “inflame la ingle” que es donde, al parecer, Aristófanes sitúa nuestro cerebro. A la vista de la lucha feminista, parece que las mujeres resistís bien a los arqueros, pero tengo la impresión que os está costando más impedir que calen los argumentos demagógicos del coro de los ancianos que tratan, con argucias sofistas, de integraros en el viejo y caduco discurso patriarcal. Estáis tomando sistemáticamente la Acrópolis y cada día controláis más y mejor numerosos resortes del poder y del conocimiento, pero no paran de frenaros con techos de cristal  y, lo que es más peligroso, algunas de vosotras sucumbís a la retórica tradicional y masculina del poder y llegáis a comportaros como hombres. Peligro.

En todo caso, vuestra lucha es la única esperanza de todos porque las viejas utopías se nos han quedado raquíticas y las transformaciones que la humanidad necesita han superado las posibilidades masculinas y las masculinizadas.

Vuestra revolución no tiene fecha fija, ni es un acto supremo ni tiene un palacio de invierno ni una Bastilla que tomar. Vuestra revolución es permanente, es diaria y se produce con la toma de casa por casa, familia por familia, ser humano por ser humano. No está exenta de violencia, pero la violencia no está nunca de vuestra parte en esta revolución. La violencia que se produce es la contrarrevolucionaria, la de género, la que no parece política pero lo es. Vuestro mayor peligro no son, sin embargo, los arqueros. Son los corifeos  que tratan de engañaros para que rompáis vuestra conjura con Lisístrata y, a la postre, perdáis las posiciones que con tanto esfuerzo habéis ganado en la Acrópolis.

Que 2021 sea, otra vez, vuestro año y llenéis las calles y las conciencias del color morado, que yo siempre veo lila.

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