¿CÓMO  NOS  SUENA  ESO  DE  “¡VIVA  EL  REY!”?

Hoy es un día para hablar de la monarquía.

Se acaba de conocer, al menos en parte, una relación de empresarios pudientes que han contribuido a pagar la regularización con Hacienda de las cuentas oscuras del que fuera Rey, Juan Carlos de Borbón.  En otras ocasiones, personas así le han regalado un yate, pagado viajes y otras costosas contribuciones. Es decir, que aquí hay un grupo de pudientes dispuestos  a pagar las multas, los pufos y los caprichos del Rey aunque cuesten una pasta. Seguramente son de los que se emplean a fondo en la elusión fiscal, cuando no en la evasión pura y dura. Generosos con el monarca y rácanos con el fisco. Me malicio de que son los viejos señoritos y los nuevos ricos del franquismo y sus herederos.  Se esfuerzan por sostener una monarquía  cada día más insostenible.

Ser republicano no es ser de izquierdas, pero ser de izquierdas implica ser republicano. Sin embargo, ser monárquico implica ser más de derechas cada día que pasa, pero ser de derechas no tiene porque implicar ser monárquico. Los partidos más beligerantemente monárquicos son de la derecha más radical y de la extrema derecha: el PP de Casado o Vox, por ejemplo. Y a nivel estatal, no hay todavía partidos de derecha o de centro derecha que se confiesen republicanos, como sucede, por ejemplo, con la derecha o el centro-derecha de Cataluña o Euzkadi. Pero sí hay cada día mas personas conservadoras o liberales y, sobre todo, racionales y lúcidas que son republicanas lo confiesen o no. Y además hay mucho republicano que va de monárquico vergonzante. Ese que, en un momento, trató de blanquear su anacrónica posición proclamando, como engallado: “No, yo no soy monárquico. Lo que soy es   juancarlista”. Hoy, visto lo visto, ni esto sirve ya.

En el PSOE, hasta ayer,  formalmente eran republicanos, pero decían que monárquicos por imperativo legal. Esto la mayoría de las bases, ya que las cúpulas se habían convertido en monárquicas de conveniencia, una vez alcanzadas las mieles del poder y del dinero. Felipe González lo expresaría con aquello de monárquicos “de entrada no”. Pero de salida han estado encantados con el Rey, al que dejaron hacer, al que le facilitaron su  gran vidorra y al que taparon sus escandalosos comportamientos. Era lugar común subrayar que a la Corona, con quien mejor le iba era, con los socialistas y que Felipe González era una buen aprueba de ello.  Y con Felipe, Bono, Guerra y toda la retahíla de barones y capitostes sociatas. Pero las bases del PSOE son mayoritaria y claramente republicanas. Los partidos progresistas, de centro y de centro derecha  nacionalistas o regionalistas son también abiertamente republicanos. Y las nuevas generaciones, en general, tiene  muy poco o nada que ver con las posiciones monárquicas, a las que ven como irracionales y arcaicas.

Por otra parte, la monarquía española, cada día que pasa y con el actual monarca, se identifica más con las derechas más radicales, con la extrema derecha y con los restos del nacional-catolicismo. Aquí  se refugia Felipe VI, como ellos piensa y como ellos habla. Esto, adobado con la corrupción de  Casa Real misma, hace saltar por los aires la misma dignidad de la Corona y, dentro de muy poco, la misma  compatibilidad con la democracia.

Los sectores conservadores, liberales o democristianos, que se sitúan  en el centro o en la derecha progresista,  cada día que pasa se sienten menos y peor representados por el PP: un partido  reaccionario, viejurgo  e incapaz de deshacerse del pelo de la dehesa franquista. Se estaría abriendo un espacio para un  partido liberal, conservador, progresista, de derecha o de centro-derecha y  republicano.  Un espacio, es decir, una necesidad, porque la monarquía es ya insostenible. Ética, social, democrática y políticamente insostenible. Pensemos en cómo nos suena eso de “¡Viva el Rey!”

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