Así describía Lorca a la Guardia Civil. Como si el alma de aquellos corchetes residiese en el tricornio. La Guardia Civil no es una policía militar, es una policía civil. La Guardia Civil no es un cuerpo civil, es un cuerpo militar. Nadie sabía bien cual era el alma de este cuerpo, hasta que Lorca descubrió que era de charol. Aquel barniz que hacía brillar sus cabezas a la luz de la luna. Y “verde luna” su capote.

La Guardia Civil, que tantas veces se toma, me malicio, como vía furtiva para los militares irrumpir en la política, tomar partido y ejercer su labor de cerberos del poder. Del Poder, siempre. No necesariamente del Gobierno. Recordad como, aquel “febrerillo loco”, el jefe militar lucía alma de charol en el Congreso de los Diputados. Era el único de los asaltantes con el alma de charol.

Cuando, allá por el 2020, la derecha ultra tocaba a rebato para derribar al Gobierno, Casado reunió a diez asociaciones de la Guardia Civil. El bisoño dirigente popular, de marenga memoria, parecía añorar esa vía furtiva, por donde los militares irrumpen en la política. Los militares con alma de charol.

¿Se estará montando otra vez la procesión? Mitras, solideos, birretes, togas, puñetas y tricornios tras el Cristo de la Buena Muerte. Todos con el alma de charol. Dispuestos a mantener sin sables, de momento, lo que con sables consiguieron, de tapadillo, aquel «febrerillo loco».

 

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