El Sr. Núñez Feijóo anunció que este año no habría recortes en el salario de los funcionarios, porque tal cosa no se prevé en los presupuestos y aclaró que el asunto ya no está tan claro para el 2021, dado lo que se nos viene encima. Habemus globo sonda.

Nada nuevo. Desde 1994, los funcionarios y trabajadores públicos han sufrido en todo el Estado dos bajadas de sueldo, cuatro congelaciones y la supresión de una paga de Navidad. En Galicia, además de todo esto, Núñez Feijóo suprimió los complementos específicos de las pagas extras entre el 2013 y el 2016, lo que supuso una reducción de un 40% aproximadamente. La pérdida de poder adquisitivo del funcionariado fue enorme y sigue sin recuperarse.

Y siempre, más o menos, se siguió el mismo protocolo. Para empezar, como ahora, el globo sonda de un anuncio refiriéndose siempre a los funcionarios. Así, en general, sin especificar intencionadamente, para que  la opinión pública se percate lo menos posible de que los agredidos no solo son administrativos, sino también  médicos, policías, bomberos, profesores etc. Se trata de que  predomine  la primera impresión,  la imagen de que los recortes son para los administrativos, “oficinistas y burócrata”, esos “chupatintas intransigentes y desalmados” que te amargan la vida con plazos y tramites, que viven como Dios, con un sueldo que ya quisieras y para toda la vida. Un “privilegio”, habiendo tanto parado y tanto precario.

Este es el mensaje y la propaganda, a veces nada subliminal, que se impulsa solapadamente desde el poder, a través de medios de comunicación subsidiarios y subsidiados. Se hace con noticias-chisme o chanzas sobre funcionarios que son puntuales solo para salir, que amplían el horario del bocata, que hacen la compra en jornada laboral y que no hacen más que estorbar, retrasar y complicarlo todo con papeleo inútil y trabas de todo tipo.

Cualquiera puede recordar ese ambiente, siempre creado, en los días de decidir y hacer públicas las decisiones de recortes o congelaciones. Un ambiente cargado de anécdotas vendidas como categorías, de generalidades e hipérboles para desprestigiar a los trabajadores de la función pública y conseguir que la ciudadanía perciba los recortes como un justo castigo o como una equitativa supresión de privilegios.

La verdad es muy otra. Los funcionarios y trabajadores públicos, si tienen un salario aceptable (por cierto, bien modesto), un empleo fijo o “plaza en propiedad” no es para privilegiarlos, sino para asegurar su independencia de los mandarines de turno a la hora de defender la legalidad y de preservar los derechos de los ciudadanos. No son privilegios. Son sus derechos pero, también y sobre todo, los nuestros. Se trata de hacerlos lo más resistentes posible a las presiones y arbitrariedades que se ejercen y producen desde el poder político, cuando se corrompe, cosa muy habitual. Machacar a los trabajadores públicos es darnos un tiro en el pie, es debilitar a la ciudadanía. Y esto lo saben bien los mandarines que, en cuanto llegan al poder, lo primero que hacen es orillar a los funcionarios y trabajadores de la administración pública con asesores, eventuales a sus órdenes o impresentables comisiones de servicio, con el objetivo de rodearse de los suyos y poder hacer mejor lo que les dé la gana.

Que no nos lleven otra vez al huerto, ofreciendo a los funcionarios y trabajadores de la función pública como chivos expiatorios de sus propios fracasos, incapacidades y prevaricaciones.

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