En un lúcido y riguroso artículo, Antón Baamonde concluye que Alberto Núñez Feijóo está muy lejos de ser en realidad tan buen gestor como “reza la leyenda que le acompaña, pero de lo que no cabe duda es que es un excelente gestor de sí mismo”. Va a misa la afirmación de Antón.

Será difícil encontrar a un gobernante que haya destruido, descapitalizado, y conducido tanto a la irrelevancia a su país como el Sr. Feijoo y que, al tiempo, se le haya pasado tan escasa factura.  También es verdad que,  a esta impunidad política del mandatario gallego, ha contribuido lo suyo una escuálida y desnortada oposición, lo que tampoco se le escapa a Antón Baamonde.

Aparte de sus amistades peligrosas de juventud y verano, Núñez Feijóo fue decisivo en evitar que Galicia pudiera reformar su Estatuto en un momento de reformas estatutarias  en otras comunidades, lo que supuso la ausencia de Galicia en un nuevo reparto del poder central y la consecuente pérdida de competencias posibles y nuevas capacidades  para su autogobierno. Pudimos  tener por primera vez un Estatuto apoyado por todas las fuerzas del arco parlamentario, sin excepciones, y Don Alberto lo impidió, con la consecuente pérdida real de poder político de Galicia en el conjunto del Estado.

Luego facilitó la venta de las Cajas de Ahorro a la Banca Venezolana, expulsando del mercado financiero a las clases medias y modestas del país, que se beneficiaban colectivamente de los resultados de estas entidades  sociales de ahorro. Contribuyó activamente al deterioro del tejido industrial de Galicia, avalando acuerdos y ventas con resultados catastróficos. No le tembló la mano en impulsar el deterioro de la sanidad pública gallega, entregando gran parte de la cobertura y de la gestión sanitarias al sector privado. Debilitó conscientemente los mecanismos de defensa e impulso del gallego que se habían ido consiguiendo incluso en tiempos de Fraga. De donde se puede deducir que la política esencial de Feijóo fue mantener su poder y el de los suyos “sin ruidos ni estridencias”, a pesar de contribuir al deterioro objetivo y grave de su país. Y esto sí lo gestionó muy bien.

Por eso creo que Pablo Casado haría muy bien en hacer caso de Feijóo en eso de que justificar el cambio y la venta de la sede  de Génova para regenerar el partido, no lo traga nadie, porque todo el mundo sabe que la razón  fundamental del cambio y la venta o alquiler está en la situación crítica de las finanzas del partido. Situación crítica que se debe a dos factores: a la pérdida de las subvenciones públicas ligadas a la representación institucional, que está a la baja, y a  la creciente dificultad para mantener con su tradicional vigor las antiguas fuentes de financiación del partido ligadas a la corrupción, el cohecho y las concesiones públicas; porque, claro,  a menos poder, menos posibilidades. Por eso Feijóo le estampa al bueno de Casado que lo que hay que hacer es “ganar elecciones”, no cambiar de sede. Porque además renegar de Génova no implica renegar,  hacer olvidar y mucho menos reparar cuarenta años de corrupción.  Nadie traga ya con la quimera de empezar la casa por el tejado y Don Alberto Núñez Feijóo esto lo sabe.

Le faltan astucia y espolones al bisoño Pablo Casado para gestionarse a  sí mismo y a los realmente suyos. Lo que le sobra al Presidente de Galicia. Y es que cuando Feijoo tiene razón, la tiene.

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