En cuanto estalló la pandemia, los sindicatos, creo que todos, se aplicaron a buscar la protección de los trabajadores y, en este sentido, apoyaron las posibilidades del teletrabajo. Pero no se quedaron ahí. Inmediatamente, se aplicaron a defender los derechos de los currantes y a evitar la eterna picaresca de buena parte de la patronal en este país, bastante miserable, que ya trataba de sacar tajada de la situación cargando sobre los tele-trabajadores los costes de producción que podía: ordenadores, aplicaciones, programas, energía, etc., es decir, las nuevas herramientas imprescindibles para el teletrabajo. Los sindicatos, al loro, consiguieron y están consiguiendo la pertinente regulación para evitar los abusos y los patronos empezaron a enfriar su inicial entusiasmo por el teletrabajo que vendían y nosotros comprábamos como señal de su afán protector sobre sus empleados. Con todo, el teletrabajo se impone como protección en tiempos de pandemia y como excelente posibilidad, beneficiosa  para todos en tiempos, digamos, de normalidad y con amplias perspectivas de futuro.

¡Muy bien por los sindicatos! Siempre tan necesarios para una defensa mínima de los derechos de los trabajadores y como instrumentos de defensa, hoy por hoy, imprescindibles.

Pero, precisamente por todo esto y dado que vivimos momentos de muy especial riesgo y gravedad, es lícito y será bueno preguntarse si los sindicatos aplican para sí mismos lo que reclaman para los demás. Es decir, los sindicatos, todos: CC.OO., UGT, CIG, CGT, Sindicato Labrego, etc., ¿están protegiendo a sus empleados (administrativos, técnicos y expertos) con el teletrabajo, allí donde técnicamente es posible, y lo hacen con las condiciones que reivindican en las empresas o no los están protegiendo e ignominiosamente las “nomenklaturas” sindicales escurren el bulto? Esto por un lado. Y por otro, ¿están ya planificando  el establecimiento normalizado del teletrabajo para sus empleados en todos aquellos puestos posibles, tanto para hoy como para el futuro? Esto deberíamos saberlo  todos los ciudadanos.

Y deberíamos saberlo porque el trabajo de los empleados sindicales  afecta  a la vida laboral y social de miles de afiliados y afiliadas  muy directamente, pero también a las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras en general. Por tanto el funcionamiento correcto, honesto y coherente de los sindicatos es algo de interés público y nos afecta a todos como ciudadanos. También es a considerar lo negativo que sería para la, ya bastante ajada, imagen de los sindicatos que, en casa del herrero, el cuchillo fuese de palo.

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