Feijóo es un táctico. Nunca ha tenido un proyecto político estratégico propio, en su caso, para Galicia. Se ha limitado a conservar el poder administrando el proyecto estratégico vigente en las derechas en cada momento, vendiéndolo siempre como un éxito de buena gestión moderada. Es más, creo que ni siquiera ha tenido nunca un proyecto estratégico personal, que no fuera tratar de conservar el poder a él otorgado por Fraga Iribarne por recomendación de Romay Becaría. Feijóo es, por esto, un cazador a la espera. Tuvo oportunidades de presentarse “a campo abierto” a la presidencia de su partido en España, pero no disparó porque nunca tuvo la certeza total de dar en el blanco y las piezas a cobrar era fuertes y demasiado ágiles y tampoco tenia nada creíble que ofrecer como señuelo político-estratégico. Pero Feijóo es paciente y tiene todas las virtudes que le facilitan la espera sin arriesgar. Y la oportunidad llegó.
La bisoñez, torpeza e inconsistencia del tándem Casado-Egea ha propiciado que un golpe de mano, tan audaz como pintoresco, de la ínclita Ayuso deje al partido ante una crisis de liderazgo sin precedentes, ante un auténtico vacío de poder que se convirtió en la gran oportunidad de Feijóo, simplemente porque no hay otro u otra. El PP está en cuadro de cuadros.
Es una oportunidad para Feijóo, no cabe duda, pero el olfato de superviviente que D. Alberto tiene y ha cultivado siempre, le advierte de que, aunque a la ocasión la pintan calva, ha de ser muy prudente, porque la oferta general y unánime que se le está haciendo está envenenada y tiene un punto muy flaco: el origen turbio y mal oliente de un enfrentamiento entre estupidez y corrupción, donde gana la última. Feijóo presiente que va atener un problema, no sé si de legitimidad, pero sí de dignidad política y ética de origen, difícilmente superable por un muy improbable acierto de ejercicio, dado que carece de un proyecto estratégico que no sea la conservación del poder personal.
Todo esto explica que Feijóo aun no haya hablado claro y exija total unanimidad y entrar bajo palio para cubrirse las espaldas y blanquear de raíz, en lo posible, el hecho incuestionable de que su mandato sería el resultado de un golpe de mano, no ya con un “cierto olor a podrido”, sino con un olor a podrido cierto, donde habría triunfado la corrupción.
Este nefasto origen es muy difícil de solventar y Feijóo lo presiente. Por eso no estoy yo muy seguro todavía de que D. Alberto se decida aunque, por otra parte la presiones, las expectativas, el agotamiento de su “no-hacer-nada” en Galicia y la calvicie de la ocasión le están empujando a viajar al centro del poder. Yo creo que por su bien y el de todos, debería pensárselo y tener cuidado con los “idus de marzo… y de abril”, a no ser que, de milagro, esta vez tuviese el proyecto estratégico de refundar un partido claramente de centro derecha, inequívocamente democrático y radicalmente refractario a la herencia franquista y a la ultraderecha.
No sé bien por qué, pero presiento que no caerá esa breva.