La caza es una actividad prehistórica que formaba parte de las actividades necesarias para el sustento de los humanos. Hoy, en nuestro contexto, se ha convertido en una actividad meramente “deportiva” que se practica en distintas modalidades: unas son activas, dinámicas, esforzadas, diligentes y creativas, y otras son pasivas, comodonas, negligentes, pusilánimes y un tanto cobardonas. Entre las primeras están las modalidades de la montería o el rececho y entre las segundas está el aguardo o  a la espera.

En la caza “a la espera”, el cazador se embosca y aguarda, camuflado, hasta que pase, o alguien haga pasar, la pieza por delante de su puesto y, entonces, se dispara sin riesgo y con facilidad, sobre todo cuando se utilizan cartuchos de perdigones que se abren en abanico y propician el acierto. El colmo es cuando el cazador ni se molesta en cobrar la pieza porque hay un perro que se lo hace o un siervo encargado de la tarea. Se me viene a la cabeza aquella  durísima escena de “Los Santos Inocentes” en que el criado, Alfredo Landa, tiene que ir  con la pierna rota y arrastrándose a coger la pieza para el señorito.

Pues bien, en política, D. Alberto Núñez Feijóo es y ha sido siempre un “cazador a la espera”. Lo fue, agazapado a la sombra de Romay Becaría, para  ascender y cobrarse puestos políticos en la Administración. A la espera se situó, pacientemente, en el delfinado de Manuel Fraga para sucederle, primero en la cúpula popular de Galicia y luego a la cabeza de la oposición hasta recibir la Presidencia de la Xunta, pieza que le hizo pasar por delante de su puesto de caza aquel frustrante “Gobierno bipartito”. Suele decirse que, más que ganar el PP aquellas elecciones autonómicas de hace catorce años, las perdió el Gobierno de coalición PSOE-BNG.

Y apostado a la espera estuvo años Feijóo, para dar su salto a Madrid, lográndolo cómodamente y sin riesgo alguno cuando los ojeadores de  Isabel Díaz Ayuso le pusieron a tiro a la última gran pieza a cobrar:  Pablo Casado y, con él, la presidencia del PP, la jefatura de la oposición y la candidatura a la Presidencia del Gobierno.

Esta  empecinada caza política “a la espera” puede parecer poco elegante,  en absoluto épica, tortuosa, ventajista o  escasamente meritoria, pero no cabe ninguna duda de que le resultó  altamente eficaz y, en consecuencia, se ha convertido en la estrategia y táctica, prácticamente únicas, de Feijóo, también para el futuro.

En su puesto de caza a la espera sigue, pues, D. Alberto esperando cobrarse la última pieza: La Presidencia del Gobierno de España. Espera, tratando de emboscarse y agazaparse, camuflado con el ramaje de la moderación,  la ambigüedad en las alianzas o la imagen de supuesto “buen gestor” y con el follaje de la crispación, el bulo, la insidia y la agresividad en la confrontación política. Follaje y ramaje que en ocasiones se abre o se quiebra y deja ver la plumilla de su sombrerito tirolés pero D. Alberto, escopeta en mano, sigue emboscado “teimudamente” porque tiene la experiencia y la esperanza, bastante bien fundada, de que sean precisamente los ojeadores de unas izquierdas dispersas los que le pongan a tiro, muy cómodo, la próxima pieza a cobrarse, que puede traerle VOX entre sus fauces. VOX, su mejor sabueso para esta su, probablemente última, cacería.

Es la sensación que tengo.

 

 

.

 

Comparte esta entrada