El esfuerzo de Antonio García Ferreras por meter a Podemos y Vox en un mismo saco es manifiesto y notorio. Casi tan compulsivo como como su intento de hacer pasar lo que hace como periodismo del bueno. “¡Más periodismo! ¡Resistimos!”, son sus mantras repetidos hasta la saciedad para hacernos tragar que lo que él hace, no es que sea periodismo, sino que es “más periodismo”. Es “el periodismo”, parece querer decir.

La realidad, la penosa realidad es que en el periodismo de Ferreras hay mucho más de propaganda, de promoción y de toma de partido por resucitar el modelo bipartidista, a las órdenes del grupo empresarial para el que trabaja, que de cualquier otra cosa. Más que “más periodismo”, lo que Ferreras hace es mucho periodismo que, exhibiendo su frenética actividad, se preocupa mucho de hacerlo pasar por buen periodismo. Pero esto, cada día que pasa, está más en cuestión.

El otro mantra, “¡Resistimos!, se dirige a lo que sus jefes llamarían “nido de mercado”, que es la franja de centro izquierda de la audiencia, que es para lo que se utiliza la Sexta desde Atresmedia.  ¿Quién  resiste en este país? Los dañados por las crisis una y otra vez, las gentes de buena fe que aspiran a una sociedad justa e igualitaria y los sectores sociales más alejados del poder. En definitiva, la sociedad mas castigada cuyos intereses defienden objetivamente las izquierdas, lo perciban así o no los defendidos. Resistir es y fue siempre el grito del oprimido, del que sufre, del que va perdiendo, del que lucha. Con su “¡Resistimos!” Ferreras parece de izquierdas, despotricando desde un medio, propiedad de la derecha, destinado a captar la audiencia progresista, demócrata y de izquierdas. Cada día que pasa es este el plumero de Ferreras que más se ve.

Es por todo esto por lo que Ferreras se aplica con entusiasmo a demonizar a todas las fuerzas políticas que están a la izquierda del PSOE, porque sabe que eso contribuye a la vuelta del bipartidismo, que es lo que quieren sus jefes y mentores.

El peligro para Ferreras no es VOX, porque él y sus mentores, saben bien que, aquí y ahora, la ultraderecha no es más que una fuerza de choque que los poderes fácticos activan y desactivan cuando creen necesitarlo. Cuando el 15-M pone en cuestión el modelo bipartidista y sus demandas cristalizan en las fuerzas políticas del, digamos, universo PODEMOS, suceden dos cosas: Ciudadanos cruza el Ebro y se presenta como el partido de la derecha en “la nueva política” y la ultraderecha deja la nave nodriza del PP y nace VOX. Todo en el mismo momento político.

Para Ferreras, igual que para el grupo en que trabaja, para el IBEX-35 y aledaños y para los neoliberales en general, el peligro está en el universo PODEMOS. Por eso se desatan campañas virulentas contra ellos, sin complejos y sin temor al ridículo. Primero fue el culebrón Venezuela, que se agotó; luego la búsqueda compulsiva y fallida de corrupción en las izquierdas y ahora tratan de meter al universo Podemos en el mismo saco del extremismo y de la violencia política.

No es que Ferreras sea equidistante. No, Ferreras trata de impulsar la especie de que PODEMOS y VOX son dos caras de una misma moneda: el extremismo   político. Por eso, siempre que se habla de la extrema derecha o del fascismo de VOX, el bueno de Ferreras trata de introducir el mensaje, venga a cuento o no, de que los de Podemos también son extremistas y no se ahorra ni insinuaciones, ni insidias para hacerlo.

Pero Ferreras sabe perfectamente que PODEMOS y su entorno, estando a la izquierda del PSOE, son fuerzas plenamente democráticas y que de sus propuestas y, ahora ya, de su gestión lo más que se puede decir es que es plenamente socialdemócrata. Eso sí, plenamente. Pero esto de la socialdemocracia de verdad, no le gusta a los poderes fácticos y, en consecuencia, parece que tampoco a Ferreras.

Lo de Ferreras va a haber que tratarlo como un caso de obsesión patológica: una suerte de “mal del mercenario”, que suele volverse más papista que el papa. Yo lo voy viendo así.

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