Creo que Pedro Sánchez, como Presidente de España y de la Comisión de la UE, ha hecho bien en ser claro, exigente y taxativo con el Gobierno de Israel. Aunque su acción diplomática pueda traernos costes políticos e incluso económicos. Y lo creo así porque es imprescindible que todos, cada uno desde donde está, empuje y presione en la dirección de la paz, dado que la guerra, la masacre, el terrorismo – de Estado y del otro- y el genocidio es hoy, y será en el futuro, una auténtica catástrofe humanitaria que nos incumbe y nos afecta muy negativamente a todos. Nos implica porque nos daña.

El conflicto de Oriente medio, y muy concretamente el enfrentamiento salvaje entre Israelíes y Palestinos, es, y debiera ser así percibido, el ejemplo de un círculo vicioso y criminal que se produjo “mil veces” en la historia y que, en este caso, cobra una nitidez ejemplar, que debiera servir para provocar un cambio radical en la política interna de los estados, en la política internacional, en la opinión pública y en los principios y valores éticos hegemónicos de la humanidad. Es decir, una verdadera metanoia global.

El paradigma a evitar, tantas veces repetido en la historia y también en las relaciones humanas de carácter personal, social y comunitario, pienso que podría enunciase así: “Las víctimas, cuando se convierten en victimistas, acaban victimizando y siendo los victimarios”.

Durante prácticamente dos mil, años los judíos de todas las condiciones y nacionalidades han sido víctimas de otros pueblos, estados, corporaciones y comunidades pero, en el siglo XX , con  la shoaj u holocausto, perpetrado por los nazis, se llegó a un extremo inconcebible. Se llevó a cabo un genocidio sistemático de judíos, técnicamente programado y efectivo con el exterminio de entre cinco y seis millones de personas. A ello hay que añadir las campañas agresivas de deshumanización, criminalización, persecución, tortura, expulsión y desplazamiento de millones de judíos. Todo ello con la complicidad de muchos, la tolerancia y el mirar para otro lado de muchos más y la incapacidad y la incompetencia de la comunidad internacional para evitarlo. Estas son, pues, las víctimas.

La presión del Sionismo, sobre todo de sus alas más nacionalistas y radicales, y, al final, la aquiescencia de la comunidad internacional y muy especialmente del Reino Unido y de los EE.UU, justificándose en la necesidad de una presunta reparación, se consiguió el establecimiento del Estado de Israel  en Palestina. Desde su constitución, opera el sionismo de todos los colores, que convierte al Estado Israelí y a muchos israelíes de víctimas en victimistas, lo que los llevó a victimizar a sus adversarios y enemigos y así convertirse en victimarios, perpetrando, ellos ahora, el genocidio y la masacre.

Todas las víctimas, especialmente las víctimas de cualquier crimen, por razones éticas y humanitarias, necesitan acogida, justicia efectiva y reparación equitativa y, por razones humanitarias, políticas, de salud y de convivencia, precisan de mecanismos, terapias, y herramientas e instituciones públicas, destinadas a evitar el victimismo, que es el principal peligro que acecha: a ellos y a todos. No se puede nunca mirar para otro lado en razón de ningún “…ismo” o de los costes que la justa implicación en el problema pudiera traernos.

Por eso creo que Pedro Sánchez hizo bien en no callar, porque aunque ello, de momento, no sea suficiente, es justo y  será siempre necesario.

 

 

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