El 2 de Abril de 1800 se estrenó la Sinfonía nº 1 de Beethoven, dirigida por él mismo en el Burgtheater de Viena. Según parece, la pieza causó sensación y todos, tanto los entusiastas como los críticos, coincidieron en que estaban ante una obra innovadora. El propio Francisco II, que asistió al estreno, dicen que la consideró como algo revolucionario en la música. ¡Pero vaya usted a saber el grado de “autóritas musical” con que el emperador contaba! Pero sí es verdad que conspicuos analistas y estudiosos posteriores consideran esta obra efectivamente como innovadora y como el prólogo o pórtico de todo lo que habría de producir el genio alemán. El 2 de abril pudiera considerarse, por tanto, como fecha de referencia en la historia de la música europea: el día en que “empezó todo” lo que habría de constituir una fértil etapa de transición entre el clasicismo musical y el romanticismo, un largo periodo brillante entre los siglos XVIII y XIX.
Mutatis mutandis, algo parecido pretenden los varios miles de personas y las organizaciones que, este 2 de abril de 2023, se “conjuraron” en el Polideportivo Antonio Magariños, -apellido de evidente ascendencia gallega-, a juzgar por el lema que presidía la gran asamblea: “Empieza todo”.
¿Se convertirá este 2 de Abril del Magariños en una data de referencia política y social en el futuro? Está por ver. No dependerá en sí mismo del acto celebrado, ni del entusiasmo experimentado por los participantes, ni siquiera de lo ajustado o no de lo allí tratado. Va a depender de los resultados concretos del proyecto “empezado”, de la incidencia e influencia política y social del movimiento en las próximas elecciones generales y en los próximos años y del relato que del mismo se vaya originando y asumiendo colectivamente.
En todo caso, a día de hoy y día del “estreno”, en que “empieza todo”, sí podemos percibir una “pieza política” con aire renovado, innovadora, con una interpretación “molto vivace”, “alegro con brío” y con frecuentes recursos al “sforzando”, en metafórico remedo de la Primera Sinfonía, que inauguró un tiempo nuevo y una rica etapa en la historia de la música.
En el Magariños, todos los que estaban son, pero no todos los que son estaban y, por tanto hay que repetir el concierto las veces que haga falta hasta que el teatro esté lleno y abarrotado porque ya estén todos los que son.
Convendría señalar, además, que ese “sforzando”, tan reclamado en la asamblea de SUMAR, no ha de ser un acento o impulso súbito y puntual, como lo es en la interpretación musical, sino un trabajo constante, inteligente, abierto y sostenido en el tiempo, como debe ser en la política.