Parece que el 2 de abril concluye el llamado “periodo de escucha” de Yolanda Díaz. Espero que se acabe el “periodo” pero no la “escucha”, porque… ¡Hay que ver lo que queda por oír! En todo caso, Yolanda algo habrá oído, supongo que nos lo dirá y lo escucharemos.
También hablarán los dirigentes, capitostes y líderes de las asociaciones, partidos y organizaciones que, en principio, ven con buenos ojos lo de “sumar” y que también están interesados en la propuesta, quieren saber cómo se podrá materializar el proyecto y, sobre todo, concretar el papel que les va a tocar jugar y el grado de influencia o representación que alcanzarán sus organizaciones. Y parece haber nervios, amagos de desafección y, más que nada, preocupación por alcanzar las máximas cuotas de poder dentro del movimiento naciente. Se perciben ya alardes y guiños de las pequeñas “nomenklaturas” de los partidos: descartes, órdagos o envites, con más o menos cara de póker, que tratan de articular su combinación ganadora. Los humos de la desconfianza, de la cautela, del sectarismo partidista nublan el ambiente, para preocupación e inquietud de las “gentes de buena fe” que siempre tratan de respirar aire limpio.
Las que aquí llamo “gentes de buena fe” son millones de personas de izquierdas, demócratas, progresistas e incluso liberales, democristianos, feministas, activistas del ecologismo, del sindicalismo, de los movimientos vecinales, de instancias culturales, etc. Son dirigentes sociales y políticos intermedios, militantes de base, afiliados, votantes de uno u otro partido, personas inquietas y desconcertadas, de las tentadas por la abstención, simpatizantes o adheridos y gentes sensibles, activas, con criterios y dudas, pero con inquietudes por mejorar las cosas.
Estos siempre deben ser escuchados. Deben seguir siendo escuchados por Yolanda Diaz, pero ahora, en este momento del proceso, debieran ser escuchados muy especial y atentamente por los dirigentes de los partidos y organizaciones y por esas pequeñas “nomenklaturas”, tan permeables a esa humedad corrosiva que emana de las luchas cainitas por el delirio o el espejismo del poder.
A mí me parece percibir que estas “gentes de buena fe” desean que el proyecto de SUMAR salga adelante. Y lo quieren porque son muy conscientes de las enormes posibilidades que las izquierdas y los progresistas tienen, aquí y ahora, y que se han labrado durante estos últimos años. Y saben, muy lúcidamente, que si la unidad, la cooperación política y la sana “competencia virtuosa” de las organizaciones progresistas y de las izquierdas no se produce, para abordar las próximas elecciones generales y gobernar durante un periodo largo de tiempo, la alternativa es nefasta: una diabólica alianza de la derecha extrema y la extrema derecha que traerá corrosión de la democracia, pobreza, corrupción estructural y, por tanto, intimidación y violencia.
Incluso para los conservadores, liberales, democristianos y demócratas del centro derecha es mejor y más de su objetivo interés que ahora triunfe una alternativa progresista y de centro-izquierda, como sería un gobierno de coalición PSOE-SUMAR. Y les convendría porque aseguraría un periodo de normalidad y de avances democráticos, de “sostenibilidad política” y de concordia social y cooperación que les permitiría y daría instrumentos para iniciar y alcanzar la necesaria depuración de las derechas y poder así contar con un partido y una alternativa que los represente de verdad, instrumentos políticos de los que hoy desgraciadamente carecen.
Las “gentes de buena fe” creo que están pidiendo a las organizaciones de las izquierdas que no jueguen con “las cosas de comer”. Yo lo veo y siento así.