Solemos tener, y estamos contentos de ello, dos ojos; pero solo tenemos una mirada, porque lo natural es que los ejes principales de nuestros ojos se dirijan a la vez al mismo objeto. Cuando esto no es así, lo que hay es estrabismo y, en consecuencia, una mala visión de las cosas, amén de un deterioro estético y de imagen importante.
Esto es lo que le pasa a nuestro Gobierno de coalición. Que tiene dos ojos y es natural, pero a veces tiene dos miradas. Cuando esto sucede, bizquea como un condenado y ofrece esa imagen estrábica, a la vez inquietante y repelente.
Es natural que el Gobierno tenga un ojo de Pedro y otro de Pablo. Dos ojos como todo el mundo. Lo malo estaría en que cada ojo mirara en distinta dirección, con un grado de estrabismo muy notable. Si esto sucediese verían distintos colores y hasta harían guiños contradictorios. Mientras la mirada de Pedro iría del rosa al amarillo, la de Pablo lo haría del morado al rojo. A veces un ojo reiría mientras llora el otro. Uno te miraría con ternura y el otro con rabia y no tendrías claro si el Gobierno te está haciendo la seña del tres o simplemente es que Pedro pestañea en síncopa con Pablo. Con todo esto la confusión del respetable sería notoria.
Haría muy bien el Gobierno en usar gafas obscuras mientras no se cura de su estrabismo. Por lo menos que no se le vea su doble mirada, para no dar esa imagen, entre estúpida y diabólica, que suele dar el bizqueo. Pero sobre todo, el Gobierno debe ir al oftalmólogo cuanto antes, puesto que el estrabismo es relativamente fácil de corregir en la infancia y con un diagnóstico precoz. Creo que están a tiempo, pero deben reaccionar con prontitud, porque si no verán cada vez peor y tendrán graves problemas de percepción de la realidad, que en su oficio la cosa tiene tela. Además del problema estético, que no deja de ser importante para quien debe atraer y no repeler.
Hasta ahora, hay que decir, que el estrabismo ha sido intermitente y alternante, como es habitual en la infancia y la pubertad, y que Pedro y Pablo han logrado mantener casi siempre una sola mirada en los momentos decisivos. Lo consiguieron por ejemplo, no sin esfuerzo y tras duros ejercicios, en su mirada presupuestaria, lo que les está facilitando su trabajo y sus negociaciones y, en general, en las cosas de comer bizquean poco. Pero ¡ojo! que el peligro de bizquear está ahí y no están libres de que el respetable les pregunte aquello de “qué tienes en la mirada”, porque el estrabismo se haga crónico e irreversible.