Cuentan las crónicas que, hace ahora unos 1210 años, el Rey Alfonso IX inauguraba el Pórtico de la Gloria que, justo estos días , se reabre al público en general, tras su limpieza y restauración.

El Pórtico de la Gloria se sitúa al final o al principio, según se mire, de un camino de peregrinaje, a modo de frontera, entre dos mundos y dos culturas. Creado para fortalecer ideológicamente a uno de ellos, frente al poderío, la hegemonía y brillantez cultural del otro. Probablemente es la obra cumbre y  más sofisticada del románico: el leguaje artístico propio de la Europa medieval. En el Pórtico de la Gloria se sintetiza, en piedra,  un relato del mito cristiano y de su doctrina. Relato pétreo de los mas bellos que la humanidad haya producido.

Sobre al parteluz del arco central está la figura, sedente, del Cristo resucitado, llamado el pantocrátor, igual que en sus tiempos fue llamado Zeus. Este es el dogma central del cristianismo. Claramente lo expresó, Pablo de Tarso, con la convicción y el fanatismo del converso: “Si  Cristo no ha resucitado vana es nuestra predicación y vana es vuestra fe”. Pues eso.

La realidad es que la mayoría de la humanidad ignoró o nunca se creyó la resurrección del de Nazaret, muchos de los creyentes lo dudan muy seriamente y no pocos teólogos se esfuerzan y buscan alambicadas interpretaciones plausibles del mito para hacer viable y asequible el mensaje cristiano.  Pero, en todo caso, la predicación y la fe podrán ser cualquier cosa menos vanas, insustanciales, inútiles o vacías: ni por el mal que han podido causar directa o indirectamente, ni por el bien que hayan podido producir. Haya resucitado Cristo o no.

La mejor prueba de ello, para bien, es el mismo Pórtico de la Gloria que, haya resucitado Cristo o no, es un excelente y excelso resultado de una predicación y de una creencia. Igual que tantos otros resultados artísticos  y construcciones del pensamiento humano, originados por otras ideologías y creencias. Como otra prueba de ello, pero esta para mal, tenemos la Santa Inquisición, que haya resucitado Cristo o no, ha sido un crimen de lesa humanidad perpetrado en su nombre y es la huella criminal y sangrienta del fanatismo. Y es que por encima y por debajo de mitos y creencias, lo que de verdad importa es gozar y conservar aquello que de bueno y bello la humanidad fue capaz de construir y execrar y denostar lo que de malo y odioso se ha perpetrado.

Una de esas construcciones materiales es el Pórtico de la Gloria que, ya esté inspirado en el Apocalipsis de Juan, en la Procesión de los Profetas o en el apócrifo Libro IV de Esdras, es hoy un valioso patrimonio colectivo nuestro que debemos proteger y conservar para gozarlo y para mejor entendernos como seres humanos. Demasiado valioso para que esté en las manos exclusivas de una organización privada sin ningún control público efectivo. Y esto, haya resucitado Cristo o no

Comparte esta entrada