Acabo de leer “El Evangelio según María Magdalena” de Cristina Fallarás. Se trata de un rescate de la figura de María de Magdala que el patriarcado cristiano nos presentó como una puta arrepentida, seguidora, como embobada, por el Nazareno. Se reinterpreta, en el relato, la visión cristiana de esta figura, relevante en las narraciones evangélicas. Algo, como lo que hizo Saramago con su “Evangelio según Jesucristo”, que reconstruye la figura oscura de José y su influencia en el propio Jesús.

Estas creaciones literarias que buscan interpretaciones y reinterpretaciones de los relatos de los libros sagrados no son nada nuevo, ya que estos  libros, como los Evangelios por ejemplo, vienen a ser relatos, narraciones míticas creadas con la intencionalidad de lanzar o respaldar figuras, históricas o no, y doctrinas que alrededor de estas figuras se tejen. Por eso siempre estos libros han estado sujetos a la interpretación, oficial u oficiosa, y a la exégesis para poder ser entendidos.

A esta tarea de interpretación se dedicaron estudiosos, teólogos y exégetas, muchos de los cuales llegaron a la conclusión de que era necesaria la desmitificación de los textos “sagrados” a través, precisamente, del estudio de las formas literarias utilizadas en la biblia y, concretamente, en los evangelios. Con ello pretendían desbrozar los mitos y llegar al que llamaban “El Jesús histórico”. Este trabajo llevó a algunos, como a Rudolf Karl Bultman por ejemplo, a la conclusión de que del Jesús histórico muy poco o casi nada se podía saber y que, por tanto, era preciso olvidarse del Jesús histórico y  hablar solo del “Cristo de la fé, que es cosa de la teología y no de la ciencia ni de la historia.

Muchos pensaron también que el camino no era la desmitificación, sino una “remitificación” de los textos sagrados para ponerlos al servicio de ese “Cristo de la fe”, es decir, de las creencias cristianas de que se trate.

Podría decirse que los relatos de Cristina Fallarás o de José Saramago están en la línea de la necesaria “remitificación” de libros tan importantes y decisivos en la construcción de nuestras sociedades y de nuestra cultura. No para respaldar una u otra creencia religiosa, ni mucho menos para apuntalar a ese “Cristo de la fe”, que para ello están ya los mitos originales y las interpretaciones “oficiales”, sino para hacer emerger de la historia personalidades, hechos, principios y valores, secuestrados y concienzudamente tapados o desvirtuados, desde intereses y poderes nefastos para todas y todos.

Creaciones literarias fueron los relatos bíblicos y evangélicos y, por tanto, mitos. Y creaciones literarias son los relatos de Cristina Fallarás y de José Saramago, y por tanto nuevos mitos, que nos ayudan a caminar por las sendas de la solidaridad y la sororidad.

María de Magdala, una mujer fuerte, valiente, sensible, y libre, pero denigrada y secuestrada por el mito patriarcal cristiano, es rescatada por Cristina Fallarás, desde una visión femenina y feminista.

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