¿Será la política el infierno? “Por mí se va a la ciudad doliente, por mí se ingresa en el dolor eterno, por mí se va con la perdida gente. ¡Perded toda esperanza los que aquí entráis!”.

Lo dicho: ¿será la política el infierno? Lo será cuando se pierda definitivamente la esperanza colectiva, tras pasar por el desencanto y no superar la frustración. ¿Estaremos hoy en tal encrucijada? ¿Podrá evitar algún día la política que los ricos se enriquezcan más y más, a cuenta de empobrecer más y más a los pobres?  ¿Y ello, antes de la crisis, con la crisis y después de la crisis?

Dicen expertos, al servicio de los ricos, que las crisis son cíclicas, que las recesiones se acaban, que de esto se sale. Para apuntalar sus tesis presentan las cuentas del gran capitán, con “picos, palas y azadones”de la macroeconomía. Cuentas tan incomprensibles como cacareadas. Entre tanto, Caritas, nada sospechosa  de demagogias o extremismos, se ve obligada a recordar que los y sobre todo las pobres no cesan de aumentar en número, en pobreza y en exclusión y que, cada día que pasa, son más niños y más viejos quienes atraviesan el umbral de “la ciudad doliente” del hambre.

Periódicamente, prebostes y mandarines  ordenan  limpiar las  calles de indigentes y mendigos, que ocupan con sus cajas de cartón y sus raídos colchones las calles, plazas y cajeros ahuyentando, dicen, a los turistas. Argumentan que hay que proteger el turismo porque somos, dicen, una economía de servicios. Pero ocultan y callan que el monocultivo de los servicios acabará fatalmente  en el “dolor eterno” de la  servidumbre.

Otros anuncian, jubilosos, la vuelta del ladrillo a un país lleno de pisos vacíos y con demasiados desahuciados en la calle.  Alquimistas de la economía y trileros de la política proponen desgravar a los grandes propietarios de las viviendas, para que las ridículas rebajas de los alquileres se les cubran con el dinero de todos y, así, el techo del hogar deje de ser un derecho para mantenerse como mero producto de mercado y objeto de especulación. Volverán, entonces, las oscuras mordidas y los siniestros pelotazos, pero el talento emigrado, la vida dichosa y la  humana dignidad, esos, no volverán.

Estas son algunas de “las cosas de comer” que se juegan en la política de todos los días, en las decisiones y en las elecciones. Del peligro nos advierte Dante ante la puerta de los infiernos: “Por mí se va a la ciudad doliente por mí se ingresa en el dolor eterno”

“Pongamos que hablo de Madrid”

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