EL  SÍNDROME  DE  SANSÓN

Se cumplen ahora (14 de mayo) 73 años de la proclamación del Estado de Israel. Lo tendrán que “celebrar” los israelíes judíos en medio de una confrontación brutal con la organización palestina Hamás. Como siempre con más muertos civiles que militares, más muertos palestinos que israelíes y, también como siempre, demasiados niños palestinos muertos. El Estado de Israel supongo que “celebrará” igualmente la efeméride, porque si no la celebrara por la violencia, el crimen y la guerra, no podría celebrar nunca nada. Y es que Israel y Palestina no han tenido ni un solo día de paz, libre de violencia, desde 1948. Todas las batallas las ha ganado rotundamente Israel y las han perdido los palestinos. Pero Israel no ha conseguido ganar la guerra, no ha logrado la derrota y destrucción de los palestinos en tres cuartos de siglo. Palestina es un ejemplo de resistencia y resiliencia de todo un pueblo en las peores condiciones.

Creo que fue Noan Chomsky quien dijo primero que Israel está sufriendo el síndrome de Sansón. Y, efectivamente, la historia del héroe hebreo viene mucho al caso.

Sansón era un hombre extraordinariamente fuerte, pero su fuerza no era suya, se la otorgaba Yahvé mientras conservase sus cabellos largos como señal de su pacto con él como “nazareo de Dios”. Tampoco hoy la fuerza militar y política de Israel es suya, sino que se la prestan principalmente sus aliados, mientras el Estado de Israel se consagre a los intereses de los EE.UU y Occidente en esta conflictiva región. Estos son hoy los largos cabellos del nazareato que otorgan toda la fuerza a Israel.

Sansón, con su extraordinaria fuerza prestada, realizó múltiples hazañas violentas que humillaron y masacraron a los filisteos. La extrema violencia de Israel en la región y su negativa radical y fanática a asumir salidas pacificas y legítimas al conflicto, que propone reiteradamente la comunidad internacional, pueden romper un día, cada vez más próximo, su consagración a los intereses de sus aliados. Dalila cortaría entonces los largos cabellos de Sansón, desposeyéndolo de su fuerza y dejándolo en manos de sus enemigos, que le arrancarían los ojos, lo humillarían y lo esclavizarían.

El peligro estará entonces en que los cabellos de Sansón vuelvan a crecer, Yahvé vuelva a otorgarle su fuerza y Sansón, precisamente en Gaza, ciego de odio y venganza, derrumbe sobre todo el pueblo las columnas del templo al grito de “¡muera yo con los filisteos!”.

Hay que cortar la melena de Sansón y evitar que le vuelva a crecer. Si no, solo habrá destrucción y muerte, porque el destino fatal de los violentos es morir matando.

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