La victoria incuestionable de la derecha extrema y la extrema derecha en Madrid no es un trampantojo. Pero sí es un “Trumpayuso”. En el mismo tiempo político, Trump pierde en EE.UU y gana en Madrid con Ayuso. Y lo hace, sobre todo, porque la derecha española vigente es peculiar: hija y heredera (coa mellora) del Movimiento Nacional y, en consecuencia, no homologable a las derechas democráticas europeas al uso.
Y me refiero a la derecha “vigente”, porque se trata de la que se impuso y venció en el tardofranquismo, en los inicios de la transición y, sobre todo, tras el 23-F. Porque en España, aunque derrotada y sojuzgada, existe una derecha democrática que intentó jugar su papel en la construcción de la democracia. Como referencia, se me ocurre que estaría perfectamente representada en aquel encuentro político al que Franco llamó “el Contubernio de Munich” y que reunió, junto a los socialistas españoles, a los conservadores, liberales, democristianos, republicanos y demás familias de la derecha española democrática.
¿Y donde están hoy los democristianos , los conservadores, los liberales, los republicanos del centro-derecha español? ¿Donde están hoy los Herrero de Miñón, los Gil Robles, los Garrigues Walker, o los herederos y sucesores de García Trevijano, Rafael Calvo Serer o de Joaquin Ruiz Gimenez, por poner solo algunos ejemplos? Sencillamente, sin representación política propia, sin presencia organizada y subsumidos en el PSOE o en algunas familias políticas del PP, con un papel y relevancia escasos.
A veces, se nos olvida que las diversas familias políticas y organizaciones de la derecha democrática española fueron rotundamente derrotadas, ya en la transición, por la derecha reformista del Movimiento Nacional que encabezó Manuel Fraga. Primero, con Alianza Popular y, luego, con su refundación en el PP que Fraga entregó, “sin tutelas ni tutías”, en manos de José María Aznar, también proveniente de las filas del Movimiento Nacional. Tras el 23-F de 1981 se estableció el “turnismo” del modelo bipartidista y la política de los reformistas del franquismo se impuso, desplazando hasta hoy a la derecha democrática y acogiendo en su seno y dando de mamar a la extrema derecha franquista superviviente, que hoy ya retoza juguetona en el corral.
Trump fracasa y pierde en EE.UU. porque, a pesar de su gestión atrabiliaria y violenta y aún logrando difundir con éxito sus mensajes plagados de falsedades y mentiras y contando con un inmenso poder, no pudo afrontar y ni siquiera plantear con racionalidad los principales problemas que afectan a su país y al mundo. Se demostró que el “Trumpismo” no sirve ni siquiera para encarar problemas como la desigualdad y la pobreza, los efectos de las corrientes migratorias imparables, el fracaso de los paradigmas neoliberales, la opresión de las mujeres por parte del patriarcado, el grave deterioro del medio ambiente que pone en peligro la supervivencia de la misma especie humana o la conculcación, ya insoportable, de los derechos humanos y de los valores de la solidaridad, la convivencia y la paz. Trump, simplemente, no sirve y los electores de los EE.UU. así lo han entendido
Pues bien, Ayuso, que defiende abiertamente los objetivos, los métodos y pone en práctica un modelo de gestión y de propaganda partidaria esencialmente trumpista, tampoco sirve y, con toda seguridad, fracasará y será corrida a gorrazos incluso por la mayoría de los que hoy la han apoyado. Ayuso fracasará porque la plantilla con que trabaja, que es el neoliberalismo, ha fracasado ya. Lo que pasa es que, en España vamos con un pelín de retraso. Como tantas veces. Lo peor de todo esto es que el “trumpayuso” nos va a traer demasiadas lágrimas, mucho sudor y, dios quiera, que no traiga sangre.
Yo lo veo así y creo que hoy toca, como tantas veces ha tocado ya, trabajar por lo común en defensa propia. Sin trampantojos y contra los trumpayusos.