El día que se eligió la Mesa del Congreso, ese día, Feijóo perdió toda esperanza de ser Presidente del Gobierno. Y ese mismo día se percató también de que estaba en muy serio peligro su liderazgo en el PP.

A partir de aquí, conservar el liderazgo en su partido fue el objetivo, primordial  y  probablemente único, del Sr. Feijóo y a ello se dedicó en cuerpo y alma. Sin albergar la más mínima duda en utilizar todos los medios a su alcance, incluída la designación de El Rey como candidato y la misma sesión de investidura, de anunciado resultado. En todo caso, si la chiripa o un tamayazo lo llevara a la presidencia, mejor y más rápido alcanzaría su verdadero objetivo en esta su coyuntura: asegurar su liderazgo en el PP.

Esto explica su búsqueda de la complicidad de El Rey para que lo designara candidato, aún sin los apoyos necesarios ni la perspectiva de obtenerlos; así se entiende la solicitud de alargar el plazo de la investidura, por una parte, y su evidente indolencia para buscar alianzas, por otra; es lo que revela la petición al PSOE, un tanto vergonzante, de que se le dejara gobernar dos años; y mejor se comprende la dedicación exclusiva a recabar y hacer visibles los apoyos, anuencias e incluso aclamaciones de sus conmilitones y, sobre todo, el planteamiento de su discurso e intervenciones en la sesión de investidura.

Ahí está la concentración de sus militantes y simpatizantes, traídos de toda España, con Aznar y Rajoy a la cabeza, en la Plaza de Felipe II de Madrid, en protesta preventiva contra lo que Sánchez pueda hacer o proponer, presuntamente, cuando, también entonces presuntamente, le toque el turno de su investidura. Ahí está el Sr. Feijóo encabezando la marcha  –“Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo”- de sus mesnadas  parlamentarias que entran, en ordenado desfile, al Congreso de las y los Diputados. Y para culminar, la gran performance y trampantojo de su “discurso” investidura.

Y digo trampantojo porque el discurso de investidura no fue tal. Fue en realidad un discurso de censura a un Gobierno no elegido, a su hipotético programa y a unos presuntos objetivos políticos y de gestión desconocidos, como explícitamente reconoció el propio Sr. Feijóo.

Tras seis proposiciones de pactos de Estado de meras enunciaciones teóricas, vagas e imprecisas, sin concreción alguna y huérfanos de elemental rigor, la intervención del candidato se prodigó en chascarrillos, ocurrencias, retruécanos   e insinuaciones “maliciosillas”. Todo ello adornado con poses, visajes, pausas y muecas que provocaron el divertimento y el aplauso de la caterva incondicional, pero que pretendían y quizá han conseguido mostrar y, al menos de momento, apuntalar la adhesión partidaria buscada.

Para mi que el Sr. Feijóo no vino a una investidura. Vino a otra cosa.

 

 

 

 

 

 

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