“Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Es esto lo que le pasaba a Antonio García Ferreras cuando cerraba enfáticamente su programa, “AL Rojo Vivo” (que ni tan rojo ni tan vivo), con aquello de “¡más periodismo!”. Y digo cerraba, porque desde que se descubrió su connivencia con las cloacas para dar, a sabiendas, noticias falsas suprimió su pretencioso cierre, dado que, naturalmente, había saltado por los aires su credibilidad.

Y es que Ferreras, en contra de lo que presumía, no hace realmente periodismo. No  da, presenta y analiza noticias para la información  y para facilitar la reflexión informada de la audiencia, sino que, en realidad lo que hace es una representación, un espectáculo, un show con noticias y opiniones, que unas veces lanza y catapulta y otras tapa y oculta, que “torsiona y distorsiona”, que reduce o amplía en medias verdades o medias mentiras, que enfatiza o minimiza, que proclama con ampulosos visajes o sugiere con insidiosas insinuaciones, que grita o silencia. Eso es “Al Rojo Vivo”, un show, no un noticiario ni un programa nítidamente informativo.

Para decirlo claramente, lo que hace Ferreras  en “Al Rojo Vivo” con las noticias e informaciones de la política, la economía, el deporte o la cultura, es prácticamente lo mismo que hace Ana Rosa Quintana, pero con las noticias “del corazón” y los cotilleos: un show. Un espectáculo que tiene como objetivo real y primordial la construcción y expansión de un relato diario en favor y en interés de quien paga, de quien recompensa, de quien sostiene en el privilegio y de quien permite participar, aunque solo sea como simple mamporrero, en la cópula, que no en la cúpula, del poder.

Con aquel pretencioso  “Más periodismo” pretendía Ferreras dar una pátina, ética y estética, de periodismo a su programa. Y es verdad que la  manita de pintura resistió bastante tiempo, a pesar de su pésima calidad y en virtud de un clima de corrupción mediática muy favorable, pero acabó desconchándose con la humedad putrefacta de las cloacas. Y ahora solo “resiste”, es cierto, pero cada día que pasa, deja ver más que, lo que se pretendía presentar como paradigma de la información y del periodismo, no es más que un subproducto, que ha entrado en proceso de descomposición porque  no tiene calidad deontológica y  periodística y, en consecuencia, pierde  y perderá audiencia  inexorablemente: primordialmente la audiencia a la que estaba y está destinado el programa.

Con todo creo y he de decir que el show de Ferreras, mientras dure, puede aún tener ciertos efectos positivos, no pretendidos por su director, en la medida en que le sea inevitable hacer aflorar contradicciones inocultables que descubren las debilidades e incapacidades del poder al que sirve. Ese es realmente su gran fracaso: que ni siquiera sirve ya para lo que se pretendía, porque se le ha visto el plumero.

Yo lo veo  y presiento así.

 

 

 

 

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