En el mes de febrero de 1797 se iniciaba en París el Juicio contra Gracchus Babeuf por encabezar el intento revolucionario llamado “La Conspiración de los Iguales”. Seguramente el atrabiliario y siniestro Fouché tuvo mucho que ver con la detención y posterior condena del periodista y revolucionario francés.

Fue Babeuf el gran precursor del pensamiento igualitario que habría de florecer en los dos siglos siguientes. Su hallazgo fue descubrir que la igualdad de derechos de los ciudadanos, que había proclamado la Revolución Francesa,  sería imposible sin la igualdad de hecho en el goce de los bienes que en la sociedad se producen y su justo y equitativo reparto, por lo que se hacía imprescindible poner en cuestión el privilegio de la propiedad. Su intento revolucionario le costó la cabeza y se despidió de la vida con un “Adiós para siempre; me envuelvo en el seno de un sueño virtuoso”.

El nsueño, en el que  Babeuf se envolvió, es efectivamente virtuoso porque ha sido la fuerza o  virtud que movió el pensamiento y la acción de generaciones y generaciones de mujeres y hombres, de ciudadanos,  que no dejaron de avanzar hacia la igualdad o hacia la equidad, que es la igualdad entre los diferentes. Hoy la igualdad y la justa equidad en el goce de los bienes de la vida es una aspiración reconocida y por nadie negada, aunque desgraciadamente tan incumplida como traicionada, siempre desde el poder, y afortunadamente tan demandada, siempre desde la ciudadanía.

El efecto más pernicioso e inmoral de la gestión de la cadena de crisis, que estamos sufriendo,  ha sido precisamente el enorme retroceso de la equidad social, el incremento salvaje y criminal de la desigualdad, que es el terreno por donde mejor cabalgan los cuatro jinetes del Apocalipsis: La Conquista, que impone por la fuerza la victoria aplastante del pensamiento mítico; la Guerra  que inunda de sangre pueblos y naciones y que no ha cejado ni un solo día de nuestra historia; el Hambre, que solo en el año 2019, por ejemplo, ha matado a 24.000 personas diarias en el mundo; y la Peste que periódicamente nos infecta, nos mata y nos enfrenta.

Pues bien, la enorme  brecha económica, social y cultural entre personas, pueblos y clases; la necesidad imperiosa de superar y derrotar al patriarcado para lograr la emancipación real de la mitad de la humanidad; y la urgencia, ya angustiosa, de tomar las medidas necesarias para asegurar la supervivencia de la especie humana en la tierra, son retos que solo será posible superar en la medida en que seamos capaces de caminar con firmeza hacia  el “sueño virtuoso”  de Gracchus Babeuf.  Y sin este virtuoso sueño poco o nada podremos hacer. Esa es mi impresión.

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