Me dio que pensar la elección de la democristiana maltesa, Roberta Metsola, para presidir el Parlamento Europeo con los votos de la derecha y ultraderecha, pero también con los de los diputados y, sobre todo con los de la las diputadas, socialistas.

Es verdad que Metsola dice defender la igualdad y los derechos de la mujer o los LGTBI, pero todo ello matizado por sus convicciones, al parecer democristianas, que le impiden apoyar o defender, por ejemplo, la legalización del aborto que, por cierto, en su país ni siquiera está despenalizado. Aún así, seguramente se considerará ella o será considerada feminista. Feminista ma non troppo, con un “feminismo de baja intensidad”. Un feminismo  de escasos volumen y densidad que sirve de coartada a las mujeres socialistas o incluso conservadoras se dicentes feministas, para votar hoy a la maltesa, “porque algo es algo y, en todo caso, es mujer y siempre es un avance”. Y algo de verdad puede haber en ello, pero yo me malicio de que la cosa puede ir por otro lado.

Poca duda puede haber de que el techo de cristal sigue resistiendo bastante bien la presión emancipadora de la mujer. Aguanta sí, pero la presión feminista es cada día mayor en todos los órdenes de la vida, pero muy especialmente en la política, donde ya comienza a resquebrajarse y el feminismo ha logrado ya tomar algunas posiciones en avanzadilla. El patriarcado ve las orejas al lobo y, para mí, que empieza a reaccionar.

Si el techo de cristal está en peligro próximo de hacerse añicos, será preciso cambiar el techo y a mí me da que es esto lo que está haciendo el patriarcado, sobre todo en la política. Si en política ya no resiste el techo de cristal, hay que cambiar de estrategia. Será preciso construir otra techumbre de un material, tanto o más duro que el cristal, pero que sea flexible y tejido a modo de red o tamiz, fuertemente trenzado con hilos de sectarismo ideológico partidista y cordones de machismo patriarcal. Este techo en malla podrá resistir bien la presión feminista y al tiempo tratará de aliviarla dejando pasar y acceder a los ámbitos de poder, de forma controlada, a algunas “feministas de baja intensidad” que, con algunas concesiones de segundo orden, rendirían buen servicio al patriarcado vigente. Al tiempo que se impide radicalmente el paso al feminismo de grano más gordo y denso.  Se trata de un techo cedazo. Esta es la malla que permite la ilusión de blanquear su voto a las mujeres socialistas en la elección de Roberta Metsola.

Puede haber tres formas de ver esta “nueva” (?) situación: Como otro éxito del patriarcado, que encuentra colaboracionistas, entre las mujeres, para consolidar su dominio; como un retroceso del sistema patriarcal que se ve obligado a hacer algunas concesiones para resistir; o como las dos cosas al tiempo, es decir: el patriarcado resiste pero retrocede.  Y podrá haber mujeres “colaboracionistas”, pero también las habrá “quintacolumnistas”, que lo serán por la genuina presión feminista y por la fuerza de la sororidad. A ver que hacen.

 

 

 

 

 

 

 

 

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