Se acaba la primavera y con ella el momento del “encalado”. Ese tiempo entre la Cuaresma y el Corpus en que, principalmente en Andalucía y principalmente las mujeres, blanqueaban con cal “muerta” o “apagada” las paredes de sus casas, dando lugar a esos bellísimos pueblos blancos colgados de nuestros béticos cerros. El objetivo del encalado es doble: luchar contra el bochorno del próximo y tórrido verano, ganando frescor para el hogar, y protegerse con la higiene de las infecciones y de las pestes. Se reconocía el peligro de la infección y la realidad del bochorno estival que hacía insoportable la vida y se combatía.

Algo así, muy parecido, es lo que, esta primavera, están tratando de hacer  con la monarquía las “fuerzas vivas y vivales” de este país. Y lo hacen estos últimos días compulsivamente,  porque el bochorno es aplastante  e insoportable y las miasmas de la corrupción política son cada día más virulentas

Se impone el encalado y las brochas de cal “muerta” tratan de blanquear “a toda leche” las paredes de la monarquía y su “fachada principal”: El Rey Don Juan Carlos, mal llamado emérito, dado que carece de mérito  para que “siga siendo el rey”.

Las “fuerzas más vivales”, que siempre son las de la trama mediática, no  paran de encalar. No pueden ocultar la realidad del bochorno y de la peste,  pero con la habilidad y pericia del funámbulo, tuercen y retuercen verdades y relatos para teñir de blanco refulgente las paredes de la monarquía, y así el bochorno  y el hedor del padre no sofoquen o infecten al hijo.

Y esto lo hacen los presuntamente más serios, porque las derechitas  cobardes, valientes, crispadas y mediopensionistas y los lacayos de distintos colores, sencilla y llanamente, niegan con desparpajo el bochorno asfixiante  y el hedor insoportable de la peste, por evidentes que sean.

Me malicio de que, pieza clave en esta operación de encalado y blanqueo, está siendo el documental “Los Borbones, una familia real”. Y digo me malicio,  porque solo he visto el primer capítulo y la publicidad del segundo y porque no tengo intención de ver los restantes, y menos pagando. Pero, visto lo visto, creo tener indicios y pruebas  suficientes de que el documental, que  dirigen Ana Pastor  y Aitor Gabilondo, viene a ser uno de esos bidones donde se mezcla la cal con el agua para matar la cal y disponerla para blanquear. El documental se detiene en el relato de una infancia dura, triste, sola, apátrida e incluso pobre que vivió  el pequeño Borbón, con lo que se lanza el “mensaje” de que, esta nefasta experiencia infantil, muy bien pudo producir en el pobre, desvalido y solitario Juan Carlos el “síndrome de Scarlett O`Hara”  y que “explicaría”  ese compulsivo afán “patológico” de  Juan Carlos de Borbón por acumular dinero, sea como fuere. “¡Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre!” gritó, puño al cielo, la bella Scarlett. Como se ve, de la sugerida explicación a la inducida justificación, solo hay un paso.

Y el encalado, una vez más, nos hará soportar el bochorno y el hedor.

 

 

 

 

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