Los bancos españoles llevan años en un proceso intenso de concentración. No paran de fusionarse bancos. Ahora el BBVA y el SABADELL  acaban de anunciar otra fusión.

Primero se sacaron de en medio a las Cajas de Ahorro, que no repartían beneficios entre accionistas sino que habían de emplearse en el propio servicio bancario a la ciudadanía (había oficinas de las Cajas en todos los rincones del país);  en su propia gestión (los sueldos de los empleados de las Cajas eran buenos y tiraban hacia arriba de los salarios del sector); y se invertía en lo que se llamaba la obra social (acciones culturales, colegios, centros de asistencia, créditos favorables y se contenido social, etc). Era una fórmula social para que las rentas modestas participaran en el mercado financiero, se beneficiaran colectivamente de él y se acogieran en buenas condiciones a los servicios bancarios. Esto favorecía la competencia con los bancos, que tenían que reducir sus instintos depredadores.

Pero esta especie de cuña de la misma madera financiera, que eran las Cajas, se hizo insoportable, en el universo neoliberal, para el gran negocio de la usura, pura y dura, que son lo bancos. Decidieron entonces ir a por las Cajas y lograron su desaparición. Primero, fueron consiguiendo que las Cajas se comportaran como bancos, empezando por atraerlas a sus modelo de inversiones y al mercadeo financiero puro y duro y luego fueron impulsando la equiparación y homologación  de los servicios bancarios, reduciendo las diferencias y distancias entre Cajas y Bancos. A esto ayudaron mucho las regulaciones que impulsaron  sus sicarios en la política y en las instituciones. Después, todo fue cuesta abajo porque, si el bicho anda como un paro, tiene plumas como un pato y hace el mismo “cua-cua” que un pato, ese bicho es o acaba siendo un pato. Y cuando las Cajas ya eran, en la práctica, bancos se abrió la veda de su absorción.

Ahora se concentran para reducir la competencia, ya muy limada, y crear así un oligopolio financiero que nos tenga a todos atrapados, que reduzca la competencia a lo simbólico y que controle el mercado bancario y la especulación financiera por encina de los gobiernos y de los ciudadanos. No habrá siquiera bancos pequeños o medianos. Es el paraíso de la usura. Nadie puede ya prescindir de los bancos, ni para la gestión más elemental de sus dineros (sueldos, recibos, pensiones, pagos…) y todo dios ha de pagar por los servicios lo que los oligarcas bancarios decidan fijar.

Esta situación, prácticamente de oligopolio, es inmoral, antisocial y contraria a derechos elementales de los ciudadanos y, ni siquiera para equilibrarla o paliarla levemente, son suficientes e idóneos los instrumento reguladores que existen, como bien se ha demostrado. Si se quiere afrontar el abuso, la especulación y la exclusión de las rentas modestas del mercado financiero son necesarias dos acciones simultáneas: Mejorar las normas, los instrumentos y las capacidades públicas reguladoras e intervenir en el mercado bancario y financiero desde lo público, lo que quiere decir que es imprescindible la creación de una banca pública. Banca pública que oferte sus servicios financieros a los ciudadanos en condiciones justas, que genere beneficios para las arcas públicas y que elija espacios y sectores para la inversión, que sean del interés general, que respeten los derechos humanos.  Que inviertan en el medio ambiente, los cuidados, la investigación, la cultura, los servicios públicos o la justicia social. Nichos de negocio, todos ellos, de evidente rentabilidad económica y social. Esto favorecería a las mayorías e incluso mejoraría la praxis del mercado bancario privado, no solo desde el punto de vista ético y político, sino también desde una economía rentable pero sostenible a medio plazo

Creo que, hoy, la creación de una banca pública debe ser un objetivo mínimo y prioritario de cualquier formación de la izquierda, socialdemócrata o meramente progresista.

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