La tramitación judicial de la corrupción “tradicional” del PP, que no para, llevó a Casado a la decisión de hacer patente y pública su ruptura con los comportamientos delictivos e inmorales que florecieron y que, según él, ya no florecen en el partido. En esta decisión se afirma que este es otro PP y como muestra de ello se vende Génova 13, porque está su reforma en los tribunales, o no se hablará más de Bárcenas, que ya ni siquiera es “ese señor del que usted me habla.
No hay una refundación, pensé yo, pero algo es algo. ¡Ingenuo de mí! Ni semanas pasaron para que esta exhibición de decencia de chichinabo se fuera al carajo. Casado y los suyos, con Egea a la cabeza, se alinean exultantes con lo más granado de la tradición mafiosa a del PP: el “tamayazo” perpetrado por Esperanza Aguirre, y aplican el modelo en Murcia, pasándose por el arco de triunfo el “Pacto anti-transfuguismo” que el PP firmó en 1998 y que el mismísimo Casado acaba de ratificar en 2020.
La experiencia del “tamayazo” madrileño nos demuestra que el transfuguismo puede ser un método útil para alcanzar o mantener el poder, pero que, desposeído del menor sentido moral y ético, convierte, más a la corta que a la larga, un partido político en una organización mafiosa, en una suerte de “cosa nostra”, en una gran charca de ranas donde se gesta la corrupción política generadora de miseria, de dolor e incluso de muerte. Sí, incluso de muerte, por mucho que esta deriva y consecuencia de la corrupción nunca de contabilice ni se atribuya a su verdadera causa última. Importante logro silenciador éste, de los clanes mafiosos que también controlan muy buena parte del entramado mediático.
No es de extrañar, por tanto, que cuando ayer saltó la noticia del “tamayazo” murciano se convirtiera en mi banda sonora del día aquello de “estoy sintiendo tu perfume embriagador” y no dejara de tararearlo. No se me iba de la cabeza.
Ciudadanos en coma, el PP no es capaz de detener su gangrena, no para de pudrirse, y los demócratas conservadores, liberales o democristianos españoles se quedan sin un instrumento político válido, que les permita participar honorablemente en la cosa y la gestión públicas. Desolación en la derecha, pero un gran espacio abierto, donde los demócratas puede construir. Pero, si no lo hacen, eclosionará en este descampado el huevo de la serpiente.